viernes, 30 de diciembre de 2011

11 estados de ánimos para despedir el 2011;

ALEGRÍA: Por los nuevos que han venido. Genial!

HARTAZGO: De chorizos y maleantes. El Duque se lleva la Palma. Cabrón!

TRISTEZA: Por los que se han ido. Un brindis por ellos!

SORPRESA: Por el resurgir del blog. Antes de verano, meditaba el dejarlo pero decidí darme un respiro y decidir a la vuelta. Gran decisión. No hay que tomar decisiones “en caliente”. Salud!

EUFORIA: Pese a ser cada vez menos futbolero, la Champions es la Champions y ganar al Madrid una y otra vez, indescriptible!

CANSANCIO: Por la pérdida de horas de sueño. Pasajero!

AMISTAD: Por mantener a los intocables y abrirme a nuevos mercados! Un brindis al sol!

FELICIDAD: De ver lo rápido que aprende H. a hablar, cada día una o varias palabras nuevas. Despegando!

MIEDO: De ver lo que cuesta educar y tirar “pa’lante” una familia. Hay miedo pero hemos venido a jugar, y no vamos a fallar!

ILUSIÓN: Por disfrutar del futuro más cercano. Fantástico!

… el número 11, lo dejamos para el 2012!

Lo dicho uvas, cava/champán y nos vemos en breves…

jueves, 22 de diciembre de 2011

Lo que nunca pasó

Nunca quise disparar. En serio, nunca fue mi caso base pero a veces las cosas se tuercen. Y cómo solía decir el bueno de Giovanni, cuando las gallinas corren hay que meterlas en la cazuela sea como sea y luego disfrutar de ellas con un buen vaso de chianti.

Y eso es lo que pasó. Simple y llanamente. Svetlana se había ido de la lengua. Su afición a la aspiración nasal fue su condena. No soy cura ni tampoco reverendo ni mucho menos un santo para dar lecciones morales pero no soy gilipollas. Sé diferenciar las líneas que se pueden cruzar y las que no.

Siguiendo nuestra política habitual, la gallina está en la cazuela y a punto de ser servida en la mesa. Tan sólo falta que tú traigas el vino.

Siempre tuyo;
Filippo.

lunes, 19 de diciembre de 2011

hilo musical

Para ti que vas y vuelves, una legión de damiselas chinas
Por los tiempos pasados, un brindis al sol.
Y por lo que pudo ser y no fue, un café con sal.

Recuerdos pasados por la thermomix,
90 grados a máxima potencia,
y de postre un souflé sin aire.

Sueños de viejo en una residencia,
miradas con ojos de cristal de lupa
y besos con azúcar de nostalgia.

Banderas firmes y marciales,
vestidos con más empeño que gloria
y fotos añejas de una dulce condena.

Maratones de ida pero sin vuelta,
lecciones de bar y taburete,
melodías de whisky sin hielo
y teclas de un piano huérfano.

lunes, 12 de diciembre de 2011

de cara a la pared

Los azulejos se mostraban impasibles, cómo si la historia no fuera con ellos. De hecho, no iba para nada con ellos. Pero ahí sentado en la fría e incómoda sala de espera del hospital buscaba inconscientemente algo de humanidad y acabé por fijarme en la pared. Eran de un color azul pálido triste, cómo no podía ser de otra forma. Me imaginé a la persona encargada de decidir el color de los azulejos de ese hospital indómito. Seguro que le debían presentar opciones mucho más alegres que el presente pero en un ataque de sentido común estúpido debió decir: “me quedo con éste que es sobrio y cuadra con el carácter institucional del hospital”. Menudo gilipollas pensé. Tuve claro que un color estridente y alegre no habría hecho mi espera más reconfortante o el desenlace menos doloroso pero seguro que no me hubieran dado ganas de zurrar al “encargado de escoger los azulejos”.

Cuando hube terminado mi análisis de la pared, me detuve visualmente en la máquina de vending. Emitía un zumbido leve pero suficiente para recordarte que estaba allí y que estabas tardando en no consumir. Estrategia de marketing pensé. Me acordé del gilipollas de los azulejos y esta vez lo visualicé seleccionando los vendings del hospital, dejándose querer por comerciales cutres con mocasines cutres y trajes cutres. Me indigné con la visión del gilipollas de los azulejos haciendo cálculos de la rentabilidad de cada puñetera máquina de vending, y a la vez veía cómo su panza incrementaba hasta niveles estratosféricos y su risa quebradiza pero indiscreta azotaba mi sien derecha.

De golpe vi a un hombre con un mono de trabajo que se detuvo delante de la máquina y la abrió con una llave maestra. Estuvo un par de minutos revisando y tocando las tripas del monstruo y de golpe el zumbido calló. Mi teoría de la estrategia de marketing a la basura. El hombre se fue por dónde vino y la curiosidad me asaltó. Me acerqué al otrora “monstruo” y ahora tan sólo dispensador de satisfacciones banales y fugaces. Me llamó poderosamente una pegatina que decía.” El dinero recaudado por estas máquinas del hospital se reinvierten en material del hospital”.

La vergüenza me hizo sentar. Aparté la mirada de todo que no fuera el suelo. Tenía miedo que al levantarla, la pared estuviera pintada de colores llamativos y con un slogan del tipo “don’t worry be happy”.

Por fin acepté que estaba aterrado.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

el pijama

Querida Luisa;

Qué tal? Imagino que extrañada o sorprendida de recibir noticias mías.

Vaya por delante, que a día de hoy (o debería decir ayer?) todavía no tengo claro que valiera la pena. Siempre he sido incapaz de valorar ese tipo de cosas, mis pensamientos si es que los hay se mueven en un plano unidimensional. No alcanzo a entender, ver o explorar otras dimensiones.

Tal y cómo recordarás todo pasó aquel caluroso día del mes de mayo. Era la víspera de mi cumpleaños y estábamos en el porche aprovechando el solecito que hacía. Recuerdo perfectamente lo que estaba bebiendo, un “Ginfizz”. Era la sensación del momento y me encantaba. Tu copa de vino blanco también la recuerdo. Era un momentazo. Sonó el timbre y apareció ella, tu madre.

A partir de ahí todo se precipitó. Primero me miró con su altivez característica, luego me lanzó el regalo con su particular “savoir faire”. Lo abrí a desgana y voilà, ahí estaba el puñetero pijama de cada año. Ese pijama de poliéster asqueroso con botones. El pijama del infierno cómo yo le llamaba. Los efectos del Ginfizz y su sonrisa burlona me armaron de valor para soltar la mítica frase: “Carmela, te han dicho alguna vez que eres la más puta de todas las señoras del barrio?”
Grabado en la retina tengo lo palidez de tu cara al oír mis palabras. El grito escandaloso de tu madre lo guardo en mi cerebro junto a la sección de grandes sonidos del terror. La discusión que tuvimos tú y yo en la cocina. El hecho de que me echaras de casa por eso y no sé qué más cosas que ya no podrías aguantar de mí.

Te escribo desde el olvido ya que ordené a mi abogado que te enviara esta misiva el día después de mi funeral para ahorrarme el disgusto de verte entre los buenos, aquellos que lloraron y honraron mi memoria.

Ya para acabar y sin ánimo de polemizar, “Luisa, cariño, te han dicho alguna vez que eres la hija de la más puta de todas la señoras del barrio?”

Siempre tuyo,

Joaquín.

P.d.- imagino que ahora deben estar llamando a tu puerta. Son los mensajeros con varios paquetes. Son todos los pijamas del infierno que usé en mis últimos días y que olvidé llevarlos a la lavandería.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Esas paradojas

Soy Emiliano Pitarch. He sido embajador de mi país, “La” Argentina (cómo decimos acá), o Argentina a secas (cómo dicen ustedes los gallegos) en varios países del mundo. Empecé mi vida diplomática en la siempre difícil pero apasionante África, concretamente en Namibia. Ahh, qué país y qué cultura tan diferente. Aunque para ser sincero diré que un diplomático poco puede ver de la “verdadera” cultura de los países en los que vive. Los peligros lo desaconsejan y las fuertes medidas de seguridad lo impiden.
De ahí salté a la exótica pero sucia Asia. Gentes de carácter sencillo y afable y con una marcada educación servil, sin duda una cicatriz de épocas coloniales anteriores. Estuve en diversos países cuyo nombre no alcanzo a recordar.
Y de ahí a la gran isla de Oceanía. Es lo más parecido a otro planeta en la Tierra. Para una muestra, los canguros y koalas.
Y de un tiempo a esta parte, estoy en mi retiro dorado europeo. La vieja Europa. La misma que amenaza con romperse justo cuando su andadura por la vida se topa con un problema grande y de difícil solución. Para hacer un símil, diría que Europa es ese pre-adolescente de unos 11 o 12 años que empieza a no entender gran parte de su entorno. Todo es nuevo, casi todo ha cambiado y siente que no está preparado. Tan sólo le diría a ese joven, paciencia y como dicen acá los gallegos “al toro”. Cómo bien sabrán ustedes, nosotros los argentinos somos campeonísimos en todo, hasta en crisis financieras y al final pase lo que pase, el sol sigue saliendo por el este y se retira por el oeste.
Yo, que he sido parte activa en numerosos conflictos internacionales hallando la manera de desencallar los problemas, me veo aquí inútil e incapaz de hallar la manera de que nos reunamos todos en Navidad.

Son esas paradojas,….

jueves, 1 de diciembre de 2011

La casa de Jake

A Jake le encanta andar en bicicleta por su barrio. Vive al sur de California donde el sol tuesta la piel de verdad durante los meses de verano y ofrece una suave sensación de alivio en invierno.
Jake vive en la típica casita de gente acomodada americana. Dos pisos, casa de madera, porche con un balancín viejo pero que sigue ofreciendo tardes de gloria y sosiego. Tiene un pequeño jardín con césped delante y un camino de piedra asfaltado bastante ancho que te lleva al garaje y a la zona de descarga.
La parte posterior de la casa tiene un jardín algo más amplio pero no demasiado donde se halla la zona de descarga. Jake es un fan incondicional angelino y cómo tal tiene una canasta en la pared. Él y su padre se echan unas canastas cuando papá tiene ratos libres.

La zona de descarga es una zona muy cuidada y que se halla lejos de las miradas de familiares y amigos. Papá dirige la funeraria de la familia, “Blake R.I.P.”. Él se encarga de vestir y maquillar a los “Clientes” y mamá es quien dirige el “Acto” y da la cara a los “Asistentes”.

Papá tiene prohibido a Jake bajar a los “Probadores” como él lo suele llamar. Sin embargo, él no sabe que hay un agujero en una de las paredes y Jake le ha visto desempeñar su trabajo cientos de veces.
Jake se pregunta cómo reaccionaría Papá si un día uno de sus “Clientes” se levantara o simplemente dijera esta base para la cara me pica mucho. Jake tiene gusto por el humor negro. Es innato en él, todos en la familia tienen esa característica.
Jake no se plantea la muerte como un gran tema en la vida, es simplemente una cosa más, la “Cosa” que da de comer a él y a su perro Rex.

En el colegio le llaman “Enterrador” pero él no se inmuta, sabe que el trabajo de Papá va mucho más allá. Recuerda la vez que Dorian Moll vino hecha “unos zorros” como diría la Abuela y papá le dejo la cara como una actriz de Hollywood. El marido de Dorian lloró cuando Papá abrió el ataúd. Todos lloran pero ese señor lloraba de emoción y algo más. En el “Servicio” por la señora Moll uno de los asistentes le confesó a otro que Dorian estaba irreconocible, tanto que su propio marido estaba teniendo una erección.