viernes, 28 de diciembre de 2012

un cafecito?

El microondas pitó. Fue el clásico ruido. El que te anuncia que el agua que has puesto a hervir ya está lista. Es curioso ver cómo esos segundos, apenas unos treinta, que discurren entre el momento de girar la redonda del tiempo y el del pitido chivato, son instantes de reflexión. De filosofía si mucho me apuras.

Sabes que son pocos segundos por la cual cosa no te vas a poner a hacer otras tareas que requieren más esfuerzo y más tiempo. Son instantes de mirar por la ventana y pensar, pensar, pensar y si te dejan, volver a pensar.
Son reflexiones cortas pero intensas. Es un combate cuerpo a cuerpo, derechazo a la mandíbula y, zas, a la lona. O como ese baile fugaz de noche de verano justo antes de que la música deje de sonar porque el permiso así lo marca.

Y lo mejor de esas reflexiones; el cafecito caliente que te tomas justo después.

Salud;)

lunes, 24 de diciembre de 2012

el porqué de las cosas o eso creo

Es una obsesión y no puedo quitármela de la cabeza. Necesito saber, cómo, cuándo y porqué ocurren las cosas. Quiero conocer todos los detalles para poder retenerlos en mi cerebro y así ser capaz de entender los mecanismos por los que se rige el mundo. Esta manía la he llevado en mi mochila desde que tengo uso de razón. Mis profesores me daban por imposible, mis padres dimitieron escasos metros después que la carrera de obstáculos hubiera empezado y la mayoría del resto dejó de tomarme en serio después del primer café o de la primera copa.


Mi psicoanalista dice que, en parte, se debe a una alteración genética en una pareja de cromosomas. Se negó a darme más detalles para evitar que indagara más allá de lo estrictamente necesario. Obviamente, no lo ha conseguido. Lo sé todo.

El café y las anfetaminas suelen ser bueno aliados cuando hay algo que me ronda por la cabeza y tengo la necesidad imperiosa de resolverlo.

El otro día, mi mujer se plantó en el recibidor con las maletas. Abrió la puerta, se disponía a salir cuando la vi y le pregunté a dónde iba.

“Me largo, te dejo. No puedo más, vivir contigo es un suplicio constante”- respondió girando la cabeza.

“¿Por qué?” fue lo único que acerté a decir.

“Vete a la mierda”- y cerró de un portazo.

Lo único que no he conseguido entender de este mundo es el comportamiento de las mujeres.

lunes, 17 de diciembre de 2012

la última cena

Juan abre la nevera. La estudia con detenimiento mirando balda por balda qué productos hay y cuáles hay que comprar. Intuye que la planificación será, de nuevo, primordial. Su menú será clásico pero con toques de modernidad. “El club” como se autodenominan está formado por gente variopinta pero los gustos clásicos predominan.


Ha pensado en unos entrantes suaves, algo así como una crema ligera de guisantes con toques de parmesano y aceite de oliva. Las tostadas de sésamo con reno ahumado tampoco faltarán ni la mousselina de foie con virutas de ibérico. Empezarán con un chardonnay fresco que acompañe estos tres platillos. La gente suele beber más al inicio de la cena por lo que ha previsto comprar el doble de botellas de blanco que de tinto.

El plato principal será, como ya viene siendo tradición, una espalda de cordero asada con frutas y hierbas del bosque. Para entonces, María ya irá medio borracha ya que el blanco le pierde. El sector carnívoro engullirá el manjar con una sonrisa en la boca y la copa de tinto en la mano. Escogerá un vino fuerte de la tierra para dar cuerpo al ágape.

El postre es el momento culminante. Nada de turrones, nada de dulces típicos. Tiramisú, como marcan los cánones, será el elegido. Copa de cava y pacharán.

La sobremesa es, en el fondo, lo que todos están esperando ansiosos. Saben que es la hora de la ruleta y de la orgía. Todos los miembros de “El club” son millonarios y avariciosos. Gente triste sin ganas de compartir lo que tienen. Se reúnen una vez al año por estas fechas. Cenan bien, beben mejor, follan cómo si fuera la última vez ya que, efectivamente, para uno de ellos lo será.

Uno de ellos morirá a manos del revolver dorado. Su fortuna se repartirá entre el resto. El muerto habrá dejado un papel con el nombre de su sustituto.

Juan intuye que cenará bien.



jueves, 6 de diciembre de 2012

¿tienes siete minutos?

Siete minutos es lo que tardo, más o menos, cada mañana en poner un pie en el suelo después de que suene la alarma.

Siete minutos es, probablemente, lo que me lleva afeitarme cada dos o tres días.

Siete minutos es lo que suelo durar leyendo un libro por la noche al acostarme.

Siete minutos es lo que pretendo tardar en escribir este post.
Siete minutos es lo que suelen durar las canciones interminables.

Siete minutos me dan margen suficiente para beber una cerveza fresquita en verano.

Siete minutos son 420 segundos. Ni uno más ni uno menos.

Siete minutos es lo que durábamos mi ex mujer y yo en la cama en las noches románticas.

Siete minutos es lo que duran las citas a ciegas de esta noche. Voy por la tercera ronda y me quiero ahorcar. Esta tía es muy pesada, es fea y le huele el pozo (expresión mítica de Pablo). En estas circunstancias los minutos son años.

El tiempo es siempre tan relativo.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Colgada

“Es duro”- dijo ella.

“Lo sé”- respondió él secamente.

“¿Cómo lo llevas?”- se interesó Marie.

“Lo llevo que ya es”- contestó con manifiesta desgana el ingeniero.

“No podemos seguir así, sabes que…”

“Perdona un momento, tengo otra llamada…”- dijo él antes de que ella pudiera decir nada más.

Ahí estaba ella, con el frasco de pastillas en una mano y el teléfono en la otra. Se oía el típico hilo musical de fondo dado que la había dejado a la espera. Una, dos, tres, cuatro y cinco. Creo que será suficiente, se dijo a sí misma. Las engulló y bebió un largo trago de whisky. Nunca le gustó el bourbon pero por eso lo compró, quería algo que le recordara porqué había llegado a esa situación.

Al principio, no sintió nada, tan sólo el gusto a madera rancia del whisky.

“Perdona ya estoy aquí de nuevo, era el pesado de la caldera que…”- acertó a oír ella y a partir de ahí, la paranoia.

El teléfono quedó descolgado. Marie empezó a sudar cómo nunca antes lo había hecho. La camiseta quedó empapada especialmente la zona de las axilas. Le caían las gotas de sudor por la barbilla. Levantó la cabeza y vio el retrato de su padre reflejado en la pared junto a unas letras que decían. YA TE LO DIJE.

Su angustia iba en aumento y se tapó la cabeza con una manta. El alivio fue momentáneo ya que el agobio de la oscuridad y el sudor le causaban un torbellino de sensaciones en la cabeza. Notaba que la presión craneal aumentaba y llegó a pensar en bolsas de palomitas hinchadas cuando se ponen en el microondas. Se sacó la manta de la cabeza y cayó redonda. Fulminada.

Su último pensamiento fue: “¿Y qué es lo que me dijiste Papá? ¿Que te gustaban mis tetas? o ¿que no se lo dijera a Mamá?”



viernes, 16 de noviembre de 2012

nido vacío

Siempre pensé que verte marchar me dolería ya que sospechaba que quedaría un hueco de difícil reemplazo. Había imaginado más de una vez la escena y siempre de la misma forma.

Tú, bajando por las escaleras de casa con una gran maleta y una bolsa de deporte. Tu flequillo tapando parcialmente tu ojo izquierdo para acabar volando de forma alocada después que tú lo soplaras de esa manera tan tuya y que tanto gusta a las chicas. Vestido con una sudadera deportiva, unos tejanos raídos y unas bambas último modelo. Te pondrías las manos en los bolsillos con esa actitud genuinamente tuya de no haber roto nunca un plato. Me darías un beso en la mejilla, seguido de un fuerte abrazo y me dirías que al llegar al campus de la universidad me llamarías.

Yo aguantaría al máximo pero inevitablemente las lágrimas inundarían mis ojos. No serían lágrimas de pena pero de alegría tampoco, supongo que se deberían al sentimiento del deber cumplido y a la sensación del nido vacío. En un instante, me vendrían a la memoria infinidad de recuerdos desde la primera vez que te acuné, tus cereales antes de ir al cole, la vez que te pillé fumando, tus resacas, tus primeras novias.


Pero ya ves, la realidad siempre supera la ficción. Y maldigo el día en que imaginé esa escena y el miedo que me daba. Seré boba.

Me daría con un canto en los dientes si te viera marchar ahora mismo de casa por tu propio pie y no viendo entrar a los paletas para adecuar la casa a tu movilidad reducida (tal y como decía el doctor). Paralítico, coño, con todas sus letras.

Dios, cómo sufre una madre.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Los blancos no la saben meter

CJ era un base rápido y explosivo. Bueno en el uno contra uno, aceptable lanzador de triples y hábil en lo que a manejo del partido se refería. Él y sus dos amigos, Wallace y Reggie eran los reyes del downtown. Dominaban el deporte de los aros, las redes, la zona, los bloqueos, la pintura, el pick and roll. Eran los mejores en la calle. Streetball.


Los tres eran negros. Prodigios de la ciencia, decían ellos. Cuerpos fuertes y atléticos. CJ tenía machacado a un blanquito y a su tribu. Jugaban bien pero estaban a años luz de los White Chocolate. WC era como se llamaba el equipo de CJ. Era una forma de burla hacia los blanquitos.

“Los blancos no la saben meter”- solía decirle al blanquito a la oreja cuando jugaban. Éste acababa desquiciado.

El tiempo pasó y el básquet dejó de ser su nexo de unión. En una fría mañana de noviembre, el blanquito decidió tomar el 14 que va desde el downtown hasta el centro. Hacía poco que había regresado al barrio después de su aventura asiática. Un banco de inversiones le había fichado y traído de vuelta  a casa.

En el preciso instante de subir al autobús tuvo un flash. Vio a CJ, con una panza prominente y calva, conduciendo el autobús. Su sed de venganza recorrió cada terminación nerviosa de su cuerpo.

Sacó la cartera, cogió la tarjeta y disponiéndose a meterla , sonrió a CJ y dijo:

“Bonito día para que un blanquito la meta, no crees?”

CJ frunció el ceño y arrancó.

martes, 30 de octubre de 2012

Rendija


Ya no sé cuánto hace. Debí perderla cuenta pasados cuatro o cinco meses de llegar aquí. Y de eso hace ya bastante. En un principio, empecé con el sistema de los palitos en la pared. Cada día uno. Llegó un momento que ignoraba si lo había marcado. Ahí empecé a comprender la magnitud del problema.
A menudo no era capaz de distinguir el día y la noche. Mis biorritmos ya no servían de brújula. El galopante entumecimiento de mis músculos se unió a un drástico cambio en la dieta, en mis hábitos. Acostumbrado a tener la mente ocupada con cosas del día a día, mis cosas, empecé a ejercitar mi memoria con una de mis mejores armas, el cálculo mental. Sirvió para retrasar el declive pero más temprano que tarde padecí una pérdida progresiva de mi habilidad calculadora.

Lo único que me mantenía a flote era una pequeña rendija entre dos tablones robustos de madera que habían puesto para tapar la única ventana que daba al exterior. Era lo suficientemente grande para dejar entrar un rayo de sol en los días de invierno que, sin duda, aportaba calidez a ese lúgubre cuartucho. Me imaginaba paseando sin destino fijo, tan sólo siguiendo el camino marcado por mis pies. Delicioso.

viernes, 26 de octubre de 2012

Cambio de hora

Llega tarde, han pasado ya quince minutos de la hora prevista. Llueve y la gabardina está algo raída y la humedad está empezando a calar. Debí coger el paraguas, ese pequeño y compacto que me da un aire distinguido. Pero con las prisas ya se sabe y, al final, para nada. Ahora que lo pienso no está tan buena y además le huele ligeramente el aliento a ajo. Y su conversación es pesada. Estoy de su whatsapp hasta las pelotas. Y para colmo, todavía no me la he pinchado y ya hace mes y medio que la conozco.


Bah paso, me voy a tomar unas birras y que le den.

martes, 23 de octubre de 2012

Ojos azules

El fluorescente chispea y tiene pinta que va a fallar en breves. Es uno de esos largos y antiguos que, probablemente, ya no estén homologados. Vete tú a saber qué componente mortífero lleva que puede amenazar seriamente la continuidad de la especie humana. El mundo se ha vuelto absurdo. Normas estúpidas promovidas por seres de índole similar. Gangosos hablando de quimeras cuando, mira tú por donde, el presidente de una asociación de protección de animales mata elefantes a tiros. Tiros que salen por la culata y van directos al pie. Pies con poco plomo, algún que otro euro y mucha cara dura.


Es hablar de cara dura y pienso ipso facto en eurodiputados. Curiosa relación, no? La culpa es de Morel, un personaje siniestro que envía mails denunciando que en la eurocámara se debatió hace poco sobre el hecho de que sus majestades (perdón, me he equivocado de párrafo), señorías (bueno este también aplica al de antes), sus miembros (no confundir con mafias chinas y sus conexiones) viajaran en turista en vez de business. Tan sólo unos pocos apoyaron la moción y la mayoría se negó. Hasta ahí nada nuevo. Lo preocupante era ver que con la diferencia de precio de un billete y de otro se podía pagar unas cuantas horas de un profesor. Es decir, cortamos educación pero volamos en business. Creo que no podría haber mejor definición de la situación.

Es pensar en educación y pienso en Alemania. Wert es alemán? No había unos caramelos con ese nombre? Bueno eran Werthers. Qué grandes palabras las suyas sobre los alumnos catalanes. Cuando pienso en ellas me vienen dos pensamientos a la cabeza: uno) “por qué no te callas?” que diría el Elephant Hunter y dos) la película “Los niños del Brasil”. Una peli dónde el prota realiza la clonación de 94 copias de un tal Adolfo e intenta que cada uno de los niños tenga las mismas experiencias en la infancia que Adolfo, para recrear su psique, hacer un nuevo Adolfo y restablecer un régimen nazi.

Curiosa relación la de España y Alemania. Lo mejor, sin duda, Oktoberfest!

“Aaah, ya me ha pinchado?”- le digo a la enfermera.

“Lleva usted bajo los efectos de la anestesia un buen rato”- dice ella.

“Mmm.., he hablado en voz alta?”- le pregunto algo aturdido.

“Aha, es usted un buen orador. Polémico pero bueno”- sonríe ella y girándose de tal forma para que yo pueda ver su apellido bordado en la bata: “A. Wert”.

“De qué color tengo los ojos señorita?”- alcanzo a preguntar.

Y se va, con una sonrisa malévola.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un globo, una pizza y algo de marketing

Fred lleva a su hijo Tom al parque que está cerca de casa. No es muy grande, tan sólo un tobogán pequeño, un par de cuerdas y poca cosa más. Sin columpios por falta de espacio. Tom se distrae fácilmente y juega, no deja de jugar.


En el horizonte, Tom divisa una amenaza. Se acerca lento pero seguro. En cuestión de segundos su vida momentáneamente apacible de padre en el parque se va a ir al garete. Él lo sabe, “la amenza” lo sabe y todos lo saben.

La amenaza es un empleado de la pizzería de la esquina que se dedica a repartir globos azules y rojos entre los niños. Además, usa una táctica burda ya que mientras los reparte les dice a los niños si les gustaría cenar pizza esta noche. Fred no es un talibán, de hecho la pizza le encanta pero entiende que se ha de limitar. De ahí que le joda soberanamente el marketing del pizzero.

Tom anda feliz con su globo. Es azul y parece resistente. Tom abre la mano. El drama está servido.

El globo sube. Sube sin parar. A unos 10 metros de altura se empieza a desplazar hacia la derecha, empujado por el suave viento que sopla hoy.

Fred tiene un problema. Tom llora a pulmón descosido (si “moco tendido” se acepta, “pulmón descosido” también). Fred le explica una historia del globo. Tom deja de llorar. Le brillan los ojos. Es un brillo aterrador porque Fred sabe que la pequeña cabecita está pensando y maquinando preguntas que él no va a saber responder.

Los “por qué” se suceden. Es una lucha sin cuartel. Fred se siente amenazado. Es como estar en un laberinto y no encontrar la salida.

Al final, Fred en un gesto que le honra admite que no sabe el porqué de la mayoría de las cosas que le pregunta Tom y definitivamente desconoce dónde va a acabar el globo azul.

Lo que sí sabe es que va a dejar de comer pizza en el establecimiento de la esquina. Por desleales.

lunes, 8 de octubre de 2012

Tragedias de usar y tirar

Suena el teléfono y el tono de la llamada ya me irrita. Con el paso de las lluvias y del tiempo, por qué no decirlo, todo a mi alrededor me incomoda más. Descuelgo. Tu voz quejicosa y quebrada borra cualquier opción de erección con nocturnidad y alevosía. Hace tiempo que nos conocemos pero, de un tiempo a esta parte, te aborrezco.
Siempre mantuvimos muy buen rollo, una complicidad más allá de los hielos del cubata o de los debates estériles, en apariencia, pero que inundaban los numerosos silencios de nuestras mentes. Un periodista acuño una frase que, al parecer, definía perfectamente nuestra situación: “eso es tensión sexual mal resuelta”.


El tiempo fue pasando y de ésa frase fueron desapareciendo palabras sin yo haber pagado factura alguna. Sin duda, “sexual” fue la primera en huir cual pasajero itinerante en un tren de alta velocidad. Un exceso de chándal, clips en el pelo y colas de caballo actuaron de sicarios. Atrás quedaron las risas cautivas, el carmín en las copas y los conciertos al aire libre.

Lo siguiente en saltar fue “tensión”. Pasamos de discutir cara a cara por un gesto nimio a gritarnos desde la comodidad del sofá propio y la lejanía ajena del teléfono. Eso dio paso a largos intervalos de indiferencia sospechosa, lo cual fue el preludio perfecto de lo que quedaba en esa frase; “Mal resuelta”.

Fuera lo que fuera lo que quedara estaba “mal resuelto”. De ahí mi decisión de atropellar a tu gato con mi tándem, ése que nos llevó a tantas partes juntos.

Por eso me llamas esta noche, lo sé. Sé que me dirás que ha desaparecido. Aguantaré tu rollo pero no te consolaré por qué en el fondo ha resuelto eso nuestro.

Te gustará saber que hice bandera del reciclaje y lo tiré al conteiner “orgánico” (miau).

miércoles, 3 de octubre de 2012

La cabaña

Estaba limpiando la chimenea ya que hacía demasiados días que no lo hacía. Las cenizas se estaban acumulando como el lodo en el pantano después de varios días de intensa lluvia. Además, las partículas de lo que un día fueron ramas de un robusto abeto flotaban por el aire creando una sensación incómoda.


Picaron a la puerta de forma suave pero convincente. Se incorporó de forma rápida lo cual le produjo un mareo momentáneo. Giró el pomo de la puerta algo aturdido aún. El sol se coló automáticamente por el marco de la puerta. Él tuvo que guiñar el ojo izquierdo para asumir el caudal de luz de forma más o menos natural.

“Hola”- dijo él de forma automática.

“Es usted el señor Martinsson?”- preguntó ella secamente.

“Sí yo mismo, quien lo pregunta?”- respondió él posando su mirada en el azul intenso de sus ojos.

“Soy Juliette”- contestó de forma escueta pero segura.

“Juliette?”- frunciendo el ceño. “Juliette, qué mas?”

“Binoche, no te jode!! Mira mis ojos, mira mi nariz, mírame con atención”- ella en tono desafiante.

“Me estoy empezando a marear, todo me da vueltas y siento náuseas” - dijo poco antes de caer al suelo. Desde ahí veía la sombra de Juliette muy alargada y extremadamente deformada. Veía borroso y sentía latir su corazón a un ritmo frenético.

“Soy Juliette y he venido a buscarte”- afirmó ella con una risa atronadora.

“Me muero, me muero,…”- acertó a decir él.

Se oye un ruido hueco o más bien un portazo. Alguien está muy cabreado.

“Mamá, estoy hasta las pelotas de dormir con el abuelo”- suelta Laurent.

“Mmm…qué ha sido esta vez? Pedos, sueños eróticos, batallitas de la guerra”- respondió Marie abriendo un ojo.

“No, era una mierda de sueño donde estaba con una tía que se llamaba Juliette y él decía que se moría”

“Qué se moría? Habrás comprobado que respira, no?”- responde Marie poniéndose en pie.

“Pues no”

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Na Zdorovie!

Sabía que tenía un problema. Vodka con tónica antes de las 11 de la mañana era el claro ejemplo. Me habían jodido bien. A mis treinta y muchos de apariencia pero cuarenta y tantos de verdad eso era poco más que un órdago. Era una afrenta en toda regla.


Lars era un tipo duro y siempre le había tenido por un tío legal. Era de esos que te decía “menuda mierda de camisa llevas” aunque fuera nueva o “tu novia es muy fea, simpática pero fea de cojones”. Iba de cara. Por eso me ha pillado con el paso cambiado.

Jan-Erik era y es, sin duda, un cabrón de aúpa. Lo sabía y por eso lo vigilaba de cerca. Tenía un afán desmedido por el dinero y por el poder. Y eso, en cierta medida, nos iba bien. Era el encargado de negociar con los rusos. Él creía tener una ventaja muy grande en comparación a Lars y a mí. Él pensaba que era el único que hablaba ruso. Suerte que me dejé ese as en la manga.

El email que tengo delante es una bomba. Lars y Jan-Erik proponen a los rusos crear una nueva sociedad, dejándome al margen. Yo creé la infraestructura del gasoducto ficticio por dónde filtramos y pasamos todo el caviar y el vodka de contrabando al resto de Europa. Cabrones!!

Necesito pasta para contraatacar, ofrecer a Dimitri y Sergey diez millones de dólares más que Lars y Jan-Erik. El problema es que con las cajas de ahorros quebradas ya no tengo acceso directo al cash ilimitado. Hablaré con el chino de debajo de casa, como él dice.”yo estal siemple plepalado pala business”. Vamos a ver qué cartas tiene el chino.

Na Zdorovie!

lunes, 17 de septiembre de 2012

Cuando Cayetana caminaba sobre sus tacones

Cayetana siempre fue un nombre que le venía que ni pintado. Entre la infinidad de nombres que se encontraban al alcance, el suyo era sin duda el que mejor maridaba con ella. Mujer de porte elegante y menudo pero con una sombra muy alargada como si de un ciprés se tratara. Sin dobleces, ni trampa ni cartón, de esas personas que estás a favor o en contra de ellas.


“Caer mal a la gente no me importa, lo que no soporto es caer indiferente”- solía decir mientras apuraba su whiskey. La tentación de hacerse notar cuando había se hallaba rodeada era enorme. Tanto que no lo podía remediar.

No menos característicos eran sus tacones. Siempre andaba con ellos. Con estilo y gracia, que para eso dedicaba al menos una hora al día a caminar delante del espejo para perfeccionar su técnica.

Nunca repetía zapatos. Lo encontraba vulgar. No disponía de gran capital por lo que ponía en práctica una táctica muy cuidada y estudiada para poder devolver los zapatos una vez usados. Se ligó a un podólogo para que le hiciera un estudio detallado de su forma de pisar para saber exactamente en qué cuatro puntos se concentraba el 80% de su peso. Una vez lo tuvo, dejo al podólogo por tener una profesión poco glamorosa y se fue a la ferretería del barrio para comprar un celo de doble cara transparente para poder engancharlo en esos cuatro puntos y así evitar la aparición de rozaduras en las suelas.

Su táctica siempre dio resultado, era un plan perfecto o casi. El hecho de caminar cada día con zapatos nuevos era un martirio y provocó que sus pies se deformaran por culpa de los juanetes. El dolor llegó a tal extremo que no lo pudo soportar y, negándose a pasar por el quirófano (ya que hubiera tenido que llevar zapatillas durante un par de semanas), se quitó la vida.

La última vez que la vi, salió con los pies por delante. Tal y cómo ella quería ser recordada.



jueves, 6 de septiembre de 2012

Las bicicletas del mañana

Andar en bicicleta es algo universal. Todo el mundo (o casi) lo sabe hacer. No he conocido a nadie que no sepa. Unos tardaron más que otros pero todos llegaron a cumplir el objetivo.

Sin duda, es algo que mola. Y eso que hace demasiado que no monto. Pero cuando lo hago es como volver atrás. Se produce una especie de conexión entre los 80’s y el 2012. La sensación de velocidad en la cara, levantar rueda o derrapar es impagable.

Hay pocas cosas que me devuelvan tan rápido a esas largas tardes de julio con Pablo. Él con su BH azul y yo con una heredada. Lo importante no es la marca de la bici sino poder tenerla. Es un lujo, probablemente el primer paso hacia la independencia de tus padres. Compartir caídas, pinchazos, adelantamientos imposibles rozando el seto. Escapar del cabreo de Quimeta y Josep.

Enseñar a tu hijo a ir en bici es como devolver algo que te habían dejado prestado hace muchos años. No es tarea fácil pero es muy agradecida. Es bajar un escalón en esa relación “padre-hijo” y estar al mismo nivel. Ves que te quiere adelantar, te quiere superar y lo mejor de todo es que sabes que no tardará mucho en hacerlo.

jueves, 23 de agosto de 2012

Las noches del círculo polar

Así es como lo suelo llamar, “noches del círculo polar”. Sufro del mal de las noches del círculo,…Me da igual si es el ártico o el antártico. El primero situado en la latitud 66º 33’ 44’’N y el segundo idéntico pero en vez de estar en el norte está en el sur.


Mi mujer lo llama insomnio pero no es eso, es más profundo. Las noches que visito el círculo polar son noches largas e intensas y me dejan extenuado. Nunca sé si hoy voy a viajar al círculo o no. He pasado épocas en que las noches se sucedían sin parar, lo cual me dejó muy mermado físicamente y otras, en cambio, donde el sueño ha sido largo y reparador.

Es cierto que en esas noches padezco insomnio pero también me comunico con osos polares en un idioma extraño pero que parece que domino a la perfección. Suele hacer frío pero en cambio me deslizo por el hielo en pijama y no me congelo.

He vivido experiencias raras pero increíbles. Recuerdo la noche que me nombraron Primer Ministro del Círculo Polar. Fue una noche especial, Kunju me cedió el testigo pero a la noche siguiente sufrí un devastador golpe de estado por parte de Kinjean. Él alegó dejación de mis funciones. De forma especial, recuerdo el fin de semana de la trucha humana de hace ya varios años. Es una tradición ancestral dónde todos los seres y amantes del círculo polar salen a pescar. Hacemos un agujero en el hielo lo suficientemente grande para poder sacar las capturas. Ponemos el cebo, yo suelo usar billetes de dólar americano y yuanes. Tengo comprobado que las truchas humanas pican más con esta combinación. Son truchas normales pero en vez de cara de pez tienen cara de humano y cuando pican balbucean. Cuando sacas el anzuelo te insultan por haberles pescado pero entonces les damos con el mortero y se callan. Recuerdo ese año porque me alcé con el premio a la mejor pieza.

Al principio, me divertían este tipo de experiencias pero ahora ya no. Mi psicoanalista dice que sufro no sé qué trastorno cognitivo y que con la edad se me irá acentuando. La verdad es que cuando me tumbo en su consulta y le escucho hablar no puedo para de pensar en su cara y su bigote. Tiene cara de morsa.

lunes, 30 de julio de 2012

jueves, 19 de julio de 2012

Diálogos Institucionales / 1

“Qué hay para desayunar, Cristo?”- balbuces el bueno de Jaroy.


“Mmm…pues bajada de todo, Presi”- contesta Monroto.

“ De todo? Hemos bajado también las horas de sol?”- sisea ahora Jaroy.

“Mmm…eso no. Pero ya que lo propone, lo estudiaremos y veremos cómo meterlo en el cuadro macroecónomico, Presi. Me refería a las bajadas de prestaciones y eso”- sonríe Monroto.

“Ahh, te refieres a la bajada de pantalones. Bien, la de cada semana imagino. Una pregunta Cristo, porqué lo llamas “cuadro macroeconómico” si nunca cuadra?”- Jaroy.

“Ehhh, buena pregunta Presi, creo que es la más inteligente que has hecho en estos siete meses”- Monroto.

“Lo sé, desde que Angela me pone mirando a la Meca, tengo tiempo para pensar”- Jaroy.

los perdedores

Son ellos, y no los ganadores, los que suelen escribir la historia verdadera. Sé que siempre se ha dicho lo contrario pero no es cierto. El que gana, gana y se va feliz a casa. Se estira en el sofá rememorando esos momentos épicos que le han llevado a la gloria y ya está. Se duerme y con el tiempo gran parte de esos momentos se desdibujan y acaban deformados. Acaban sin saber, a ciencia cierta, qué fue lo que los hizo ganar.


En cambio, los perdedores tienen grabado a fuego todos los momentos. Saben porqué perdieron. Recuerdan el más nimio de los detalles. El drama de ver que han perdido. Estando cerca de la gloria los han echado por la puerta de atrás y con un vale para ir al Corte Inglés.

En mi época de periodista deportivo (de cierto éxito), siempre sentí admiración por los perdedores. Sus historias incluían dosis de dramatismo cruel, minutos de angustia e imágenes mucho más interesantes. Nunca me gustó entrevistar a los que ganaban, o eran fanfarrones, o estúpidos o ambas. Nunca me gustó ver las celebraciones, alcohol, histerismo patético y parlamentos en plazas de pueblos y ciudades totalmente vacíos y a menudo indignos de personas de más de cinco años.

El lado del perdedor siempre me cautivó. Siempre es más interesante. Y se aprende más.

martes, 17 de julio de 2012

la centrifugadora

Hoy le toca ir al súper. James no es un tío especialmente ordenado pero ha decidido que de hoy no pasa. Ha de ir a comprar. Necesita provisiones y sobretodo comprar jabón para hacer la colada. La ropa se está amontonando a un ritmo vertiginoso.


Estando en el súper, se dirige a la zona de los jabones. Hay infinidad de marcas. Estudia algunos envases y de pronto se queda cautivado por uno. Es el “Dash-Active”, el jabón que había en la lavandería en su época de erasmus por tierras danesas.

Automáticamente, la imaginación vuela. Iba una vez por semana ahí. Recuerda el olor a madera de las paredes. El ambiente impoluto y como no, la chica de los ojos azules. Largas tardes de invierno sentados en el banco esperando que la ropa se lavara y después se secara. Era una de sus actividades favoritas. Conversaciones largas y amenas con la chica de los ojos azules. Cuando empezaron a intimar el tema se frenó en seco. Él fue un par de veces a la lavandería y ni rastro.

Días después encontró un papelito en su bolsillo que decía “realmente no tengo los ojos azules tan sólo uso lentillas”. Le dejó sorprendido pero no le dio más importancia.

Sale del súper. Ha comprado “Dash Active” en honor a esas tardes danesas. Tiene decidido hacer una búsqueda en Internet de la chica por curiosidad. Le llama curiosidad aunque él es consciente que estas cosas nunca son pura curiosidad.



viernes, 13 de julio de 2012

Teorías humanas. El tío con fular

Sí, amigos bienvenidos a un episodio más de nuestro espacio de Teorías humanas sin contrastar pero con amplio fundamento. Rico, rico que diría el colega del perejil.


Hoy abordamos una especie rara, muy rara pero altamente peligrosa.

El tío con fular. Ojo, voy a empezar a matizar antes de que empiecen a caer palos. ME refiero a un tío de 32 como mínimo, previsiblemente casado o muy ajuntado. Si fuera soltero en busca de munición, tendría su lógica (limitada muy limitada pero aceptamos barco).

Es verano, mes de julio. Hace calor. Cenamos un grupo de amigos, la mayoría casados o muy ajuntados (no juntos, ajuntados que es más cerca). Una pareja nueva viene a cenar. A ella la conocíamos de hace años. Él lleva pantalones cortos (como todos), camisa de pijo-hortera (letras grandes y dibujitos) y atención un fular!

“Asumo que te duele la garganta”- le digo. Sé que el comentario le va a joder pero no lo puedo resistir.

“No, lo he cogido por si refrescaba”- dice con cara de pocos amigos. Detectamos que no hay feeling entre nosotros.

“Mmm sí, es verdad, en esta época del año refresca mucho”- suelto con ironía (Audrey ya me ha soltado la primera patada de la noche por debajo de la mesa).

Cenamos, reímos y bebemos vino. Vamos lo normal. Habitualmente hacemos una clara disposición táctica en las mesas, tíos a un lado y tías al otro (él como no, se queda al otro lado hablando de compras, bebés y papillas). Es farmacéutico y la toca en el tema de los potitos (según dice). Cruzo un par de miradas con los sospechosos habituales, saben lo qué pienso, me han calado!!!

Llega la hora del postre, heladito…mm qué rico. Llega la hora de “qué tomamos algo?”.

“Hago unos gin tonics muy especiales”- suelta él. Bingo, ya está la traca final. El Ferran Adrià del combinado de moda. Me encanta el gin tónic pero estoy hasta los mismísimos “Bowlings for Columbine” de la gilipollez y parafernalia que se ha montado con esto. Mmm, en un esfuerzo titánico me muerdo la lengua (noto el gusto de sangre en la sangre) de lo mucho que aprieto.Declino la oferta, alego tener que conducir (mi mujer flipa, siempre le toca a ella).

Saca los vasos pone el hielo en los vasos largos de tubo ancho y ojo los empieza a masajear entre las manos. Es para conseguir un contraste de temperaturas para que el hielo,….dejo de escuchar. Tan sólo me viene una idea a la cabeza “a ver es julio, hace calor, hay un tío con fular que le está haciendo una paja a los vasos de cristal”.

Me alegro de haber pasado de la copa. Al cabo del rato nos vamos. He salido victorioso, he sido capaz de morderme la lengua delante de él.

Audrey, me pregunta un qué tal cargado de malicia,…”mmm no te puedes fiar de un tío que lleva fular en julio, es raro, muy raro”.

Ella ríe a carcajada suelta mientras caminamos calle abajo.



miércoles, 11 de julio de 2012

teníamos un Plan

Éramos los hombres de negro, los que salíamos y entrábamos sin previo aviso. Los reyes de la barra de bar, de los que subíamos una valla de obra a casa en plena euforia nocturna para que el tercero en discordia no pudiera salir de su habitación al despertar.

Éramos el Sardinero, Las Gaunas y el Molinón. Sin árbitro, ni reglamento y demasiado a menudo sin público ni animadoras. Éramos esa plancha rota del salón, esos sofás raídos en largas noches musicales, en esas noches Serranas y de interminables resacas.

Éramos esa ventana rota del lavabo, esa desidia que no nos permitía arreglarla en pleno mes de enero. Éramos esos partidos de basket en el pasillo, esos triples imposibles desde el infinito y más allá. Éramos esas bolas de polvo y mugre con vida propia que nunca pagaron alquiler,

Éramos el bueno, el feo y el malo. El simpático, el ligón y el ácido. ¿Habrá patentado alguien el juego de las selecciones? ¿Si fueras una selección de fútbol, cual serías? Éramos Alemania, España (cuando no ganaba) y Brasil. Éramos esas tardes de primavera de cachimba y cervezas.

Éramos esa lavadora que paseamos desde Gràcia hasta nuestra República Democrática. Éramos esos mojitos condenadamente buenos, esas camareras, ese bar patrocinado por la Asociación de Padres de Alumnos, esas explicaciones sesudas de los bafles.

Éramos esas rodillas desgastadas de un tanque alemán, esa fiesta de 30 donde todos y especialmente un servidor saliendo a cuatro patas del local, esos cafés en Camarasa, ese ascensor fantasma.

Éramos Jinete, Noestabien y Perdido!

jueves, 5 de julio de 2012

Bono-tren

Lo llevo todo. La guitarra, el mini-ampli, el carrito, las púas. He quedado con Candela a las 10.15 en Sants. Hace calor, lo cual es un buen augurio. No me he afeitado ya que eso le quitaría personalidad a mi personaje.


La temporada de verano acaba de empezar y hay que apretar a tope para sacar la máxima pasta porque el invierno es largo y duro.

Candela y yo nos juntamos para la temporada de verano ya que tenemos comprobado que sacamos más y todo es más fácil.

“Has traído el catering”- le digo
“Joder, ya de buena mañana y con la misma bromita”- suelta ella.
“Mmm..Veo que alguien aún no se ha tomado el café y ayer tuvo una noche larga?”- contesto.
“Ten tu puto bocata de chorizo y no me ralles”- sentencia.

Nos subimos en el tren que va hacía el norte por la costa. Está lleno de guiris, que van a la playa. Están de vacaciones y sueltan la pasta fácil. Tocaremos nuestro repertorio habitual, algo de U2, Dire Straits, Franz Ferdinand, Van Morrison y Ac/Dc. Somos músicos callejeros pero tenemos nuestra dignidad, nada de “españoladas cutres”.

En verano, tocando para un público feliz y relajado, viendo el mar y sin pasar calor gracias al aire acondicionado del tren.

¿Quién quiere que vuelva el invierno? Yo no.

martes, 3 de julio de 2012

sabíamos que era cuestión de tiempo

Clara,


“Viajar ligero de equipaje es lo mejor. Es indispensable, de hecho”
Esta frase se la leí a uno de Los Grandes hace varios años ya. Probablemente en su blog. Me parece simplemente genial.

Hoy iremos a tu tierra. Has conseguido reunirnos a todos pese a que vivimos y trabajamos en un mundo de locos. Un mundo que nos sume en una enorme noria que va dando vueltas y que los días se suceden a velocidad de vértigo. Hoy tú has conseguido parar la noria y que nos bajemos un rato.

Pese a que hacía tiempo que no estabas por la oficina, hoy el aire que se respira es más denso y paradójicamente el silencio es atronador. Parece que hasta los teléfonos se han alineado y han decidido que hoy es día de guardar, día de pensar en las cosas grandes.

Días como hoy me hacen pensar que aquellos que dejáis el barco en los primeros puertos de la travesía, lo hacéis de forma desinteresada y solidaria. Una solidaridad que busca hacernos reflexionar al resto para que de vez en cuando apreciemos y valoremos la importancia de ver salir el sol cada día, de bebernos esos vinos en las suaves noches de verano con charlas interminables. La importancia de bañarnos en el mar, ese mar que te ha visto crecer. La importancia de comer pistachos, de leer esa lista de libros que siempre te aguardan, de llamar más a menudo a los tuyos, de quererlos más si cabe.

Por eso, hoy cuándo nos veamos por última vez en el puerto, te daré las gracias, pensaré en ti y en la suerte que tuve en conocerte. No lamentaré, no diré “que éstas cosas son injustas” por que lo son pero de nada sirve decirlo. Prefiero usar mi tiempo reviviendo esas comidas rápidas en la cocina de la oficina, estando triste porque tengo todo el derecho del mundo pero contento porque quiero creer que has dejado de sufrir.
Nunca he sido persona muy dada a las formalidades pero hoy no puedo evitar pensar en esas pelis donde hay un funeral de un marine joven, con la bandera y la trompeta sonando de fondo. Sé que es una chorrada pero me gusta ese toque ceremonial y no puedo evitar reproducir esa trompeta en mi cabeza.

Tan sólo me queda darte un beso, un abrazo y dedicarte este post.



P.d.- Desgraciadamente, este post no es ficción y Clara murió ayer.

viernes, 29 de junio de 2012

billete a ninguna parte

Todo pasó a un ritmo endemoniado. Yo era joven, bueno lo sigo siendo pero en esa época era “joven-joven”. Ahora joven a secas. Recuerdo que decidí mudarme a una ciudad lejana del este del país. Había acabado mis estudios y ya nada me retenía en mi ciudad. Doris había decidido emprender una exitosa carrera en el mundo del arte.

Una mañana me levanté, cogí lo básico, lo metí en mi maleta de piel rasgada y me fui. Recuerdo dejar una nota encima de la mesa como despedida para mis padres. Me consta que mi madre no me ha perdonado por ello, es posible que ya no forme parte del fideicomiso que dejó el abuelo al morir.
Una vez en el aeropuerto, compré un billete, sin rumbo fijo tan sólo elegí el próximo vuelo. Vuelo corto.  A mi lado se sentó una chica atractiva. No era guapa, ni mucho menos pero tenía algo. Se puso a hablar conmigo. Yo me quise hacer el interesante y tan sólo tardó medio minuto en llamarme gilipollas. Aún así perseveró y me contó que había formado un grupo de pop con otras tres chicas. Y que empezaban la gira en esa ciudad. Me invitó al concierto inaugural.

“Lo pensaré”- le dije.
“No vuelvas a mostrarte como un gilipollas. Sé que eres buen tío. Ven, no tienes nada que perder”- me dijo.

Me dio cuatro señas.  Esa noche,  acudí al club. Guau. Brillante. Fue un espectáculo increíble. Me invitaron a la fiesta posterior. Gente muy guapa. Ella me susurró algo al oído y la seguí. Entramos en un cuarto. . Allí puso música y empezó a bailar. El tema pintaba bien. Se quedó en ropa interior. Dijo que tenía calor. Ummm, yo también, pensé.
Abrió la ventana. Era una noche fría.
Se acercó y saltó al vacío.

De 100 a cero en dos segundos. Me quedé helado y plantado ahí.
Llegó la poli. Me trincaron, me acusaron de querer violarla y de matarla.

Todavía recuerdo a mi madre diciendo: “no hables con extraños”. Le faltó añadir “aunque estén muy buenas y tengan cara de buena gente”.

Me quedan cinco años de condena.




viernes, 22 de junio de 2012

Taller ocupacional: “Gestiona tus emociones”

A perro apaleado todo son morados. Lo sé, el refrán no dice eso pero me da igual. Me da igual porque ayer me pillé un pedo de aúpa. Perdón, de aúpa y carrerilla. De los que marcan época. De esos que entras en el bar con cara de niño y apellido normal y sales de él con bigote poblado y apellidándote Santos.


Y sí, la ocasión lo merece. Me he quedado en el paro, tengo un grano certero en el culo y mi camello ha decidido reconducir su vida. Lo del paro lo llevo mal, porque hay que madrugar para ir al Inem, te dan unos papeles, hablas con unos seres de otro planeta y encima el colega me sugiere que me apunte a un taller ocupacional. A ti, sí que te voy a “ocupacionar”!! Insiste, es obligatorio para poder recibir la prestación.
Salgo de ahí. Camino en busca del bar más cercano. Un sol y sombra. Me cuesta aposentarme, el grano me está ganando la batalla. Estoy asimilando la fatal noticia. La del paro no, la del puto taller ese. Cómo me obliguen a ponerme un delantal les hostio a dos manos, pienso mientras pincho una oliva. De todas formas, como voy por el tercer sol y sombra, empieza a salir de nuevo el Santos que llevo dentro. Me veo como un tipo duro, ni rastro del grano y ya sólo fantaseo con una monitora buenorra para el taller. Mi fantasía sigue su curso y le doy vueltas al nombre del taller: “Gestiona tus emociones”. Empiezo a pensar que quizás buscan actores porno y éste es el taller donde te enseñan, la monitora sigue siendo una buenorra y además tiene becarias.

La cabeza (y lo que no es la cabeza) me da vueltas. Estoy perdidamente borracho.

Abro un ojo. Me queda media hora para llegar al dichoso taller. Me ducho (he decidido dejar aparcado a Santos un rato y me aplico una buena capa de jabón). Sé que el taller nunca será lo que soñé ayer pero también sé que sigo fantaseando con algo mágico.

Llego. El lugar no tienes nada de mágico. Es gris y las paredes están llenas de pegatinas y carteles a medio arrancar. Mentalmente, veo como la monitora cachonda se va alejando.

Entro en el aula 2.15. Sillas en forma de corro. Mal rollo. Un tío de espaldas. Mal rollo. Se gira. Es el chico gay de mi cole. Mal rollo. Yo le zurraba. Mal rollo. Le dije que era un looser. Mal rollo. Él aguantaba las chanzas como podía. Mal rollo.

“Hombre, mira quién está aquí. El gran García”- suelta con sorna mi excompañero.

“Santos, si no te importa”- corrijo.

“García-Santos, es verdad”- se descojona.

“Menos pitorreo, Valentín”- contesto.

“Val, todos me llaman Val. Y aquí soy un tipo muy respetado. Soy alguien, no como tú. Quién es looser ahora? Quién es el que vive a costa de los otros? Menudo parásito. No sirves ni para arrodillarte delante de mí”- se sigues descojonando.

“Y tú eres el que lleva el Taller de cómo gestionar las emociones? Me descojono. Puto Valentín. Gilipollas”- y me largo.

Pim. Pam.



jueves, 14 de junio de 2012

áspero

Juan come una pera apoyado en la encimera de la cocina. Se supone que está mirando por la gran ventana que hay detrás de la pica. Mira sin mirar ya que no es capaz de fijar la vista en nada concreto. No puede ni quiere hacerlo. Parece estar absorto en sus cavilaciones más profundas aunque bien podría decirse que su mente está casi en blanco.

De pronto, consigue bajar la mirada y fijarse en la pera que se está comiendo. Su piel es especialmente rugosa, áspera incluso. Gira sobre sus talones y escribe la palabra “áspera” en la pizarra contigua a la nevera. Deja la pera a medio comer en un plato y se lo lleva.

Camina al piso de arriba hasta hallar su mesa de trabajo. De nuevo, la mesa se encuentra frente a un gran ventanal. Enciende su ordenador, abre un documento de Word en blanco y empieza a escribir sin pausas. La inspiración le llega desde lo más hondo. El texto es directo, duro y, como no podía ser de otra forma, áspero.

Juan ha sabido hoy que una compañera de trabajo, joven como él, está cruzando esa ralla entre dos barrios. Sabía que estaba enferma pero albergaba esperanzas de que ella saliera victoriosa. Pese a que no eran amigos íntimos, habían compartido momentos distendidos en la cocina a la hora de comer o chismorreos a primera hora del día. Hoy siente una intensa sensación de aspereza ya que sabe que debería ir a verla al hospital. Ella agradece las visitas ya que lleva tres meses sin salir del hospital pero él teme que le flaqueen las piernas. Teme no reconocerla tras el nido de cables y su galopante alopecia. Sabe que está siendo egoísta pero percibe perfectamente la lucha que se está librando en su cabeza entre su “yo miedica” y su “yo valiente”. Entre su “yo- ocupado por mil historias absurdas” y su “yo-comprometido”.

Recuerda sin estupor las palabras de su padre un día cualquiera “hijo, en la vida habrá momentos que tendrás que librar una batalla interior contigo mismo. Será duro porque no hay oponente más férreo que uno mismo pero sé que sabrás actuar correctamente”. Esas palabras caían como una losa sobre su maltrecha conciencia.

En un acto de valentía, le da a imprimir. Coge su chaqueta y la hoja de la impresora. La dobla, la guarda en el bolsillo y se va.

Está dispuesto a entregarle la carta de despedida en mano. Y así lo hará.

Librará con éxito su batalla interior pese a que sabe que salir victorioso de esa guerra le provocará una inmensa tristeza al cabo de pocos días.

jueves, 7 de junio de 2012

Baja la cabeza

Hay momentos en la vida que hay que ser valiente y aceptar la derrota por dolorosa que sea. Sin gritos ni estridencias. Ayer oí decir que las gentes de los pueblos mediterráneos no bajan la cabeza aunque las cosas pinten muy negras. Discrepo hay veces que es mejor bajarla.


- Momento “Me acabo de cargar algo que a mamá o a papá le gusta mucho”:

Suele darse en ese periodo pre-adolescente, dónde eres consciente que la acabas liar parda y se te va a caer el pelo a menos que actúes rápido. Tu parte derecha del cerebro abogará por esconder lo que sea que te has cargado debajo del sillón. Si juegas bien tus cartas el crimen se quedará sin resolver o a lo peor, habrá castigo salomónico y reparto de culpas. Haz caso a tu lado izquierdo, tu madre tiene superpoderes (se habla de que era exagente del Mosad) y es capaz de desarrollar técnicas de tortura a tus hermanos que inevitablemente te conducirán a la pena capital. Asume tu error, baja la cabeza y esconde tus cromos.

- Momento “Mono”:

No nos referimos al animal aunque es posible que si te pasa esto, quieras irte al zoo y no salir. Es un momento crucial en tu carrera de macho alfa. Lo es porque si oyes frases del tipo “eres tan mono”, “a ti te lo puedo contar todo” “pero mira lo que me ha dicho menganito,…”, huye. Tu estrategia ha fallado, es errónea, donde tu veías el florecer de un macho alfa, ella sólo ve un “oso yogui”. Dónde tu veías complicidad, ella ve marujeo del bueno. No te creas mejor que tus antepasados, acepta estos sabios consejos, baja la cabeza y deja de pagar fantas a lo tonto.

- Momento “Policía más vaho en los cristales del coche más pantalón por los tobillos”:

Marrón al canto. No hay otra manera de describirlo. Estás en edad post-adolescente y/o universitaria y no tienes un duro. Buscas un lugar apartado pero nunca es lo suficientemente apartado para el poli del pueblo. Te va a cazar. Y ahí amigo mío, no te va a quedar otra que subirte los pantalones, bajar la ventanilla del coche y bajar la cabeza. Es vital realizar la acción en este orden, cualquier otra disposición puede ser fatal. Baja la cabeza y acepta que te han pillado. Suerte tendrás que no sea nadie de su familia.

- Momento “Despedida de Soltero”:

Ese día, más que nunca tus amigos son tus enemigos. Te despiertan pronto y de forma inesperada aunque es posible que sepas desde hace días que ese día (suele ser un sábado) vas a pillar porque en tu complejo estudio estadístico del calendario de 4 posibles findes han pasado 3 y no te han visitado. Ese día tendrás que bajar la cabeza porque te superan en número y mala hostia. Estás a merced de su voluntad. Baja la cabeza.

- Momento “Le puedes echar un cable a mi padre?”

Te has casado. Pensabas que habías firmado un papelito “de ná” pero no, welcome to Mordor! Ese momento dónde crees estar tocando el cielo, los niños duermen, la birra está fría, el sofá te acoge y en la TV hay una presentadora más que guapa. Pareces estar viviendo un sueño pero algo, al principio crees que es una mosca, perturba tu momento. “Cariño, mi padre no se atreve a preguntártelo pero le podrías ayudar este fin de semana a llevar el armario a no sé dónde”. En ese momento, la birra se calienta 20 grados de golpe, tu dulce erección se convierte en un triste recuerdo y a tu sofá le han salido codos que se te clavan en la espalda. Baja la cabeza y asume tu error.

lunes, 4 de junio de 2012

Crónicas de un lugar llamado Crisis (I)

Crisis es un bonito país al sur de cualquier lugar. Sale el sol muy menudo, de hecho sale cada día, y con una muy alta probabilidad de que el día sea soleado. Los estudios meteorológicos históricos relatan que el sol brilla más de un 80% de los días, por tanto todo eso que tienen ganado. Dicho esto, el pasado no alumbra el futuro tan sólo lo precede.


Me gusta ese lugar principalmente por sus gentes. Gentes que, pese a no tener demasiado, disfrutan de sus ratos de forma intensa. Bonitos faros alumbrando la costa y sus precipicios. Faros que han perdido parte de su esplendor exterior por no saber decir te necesito. Serpenteantes carreteras con una cuidada y estudiada estrechez para albergar la tan deseada escapada. Escapadas que se suelen acumular los días de guardar y los fines de semana.

Y qué hay de los problemas de Crisis?

Dicen los ancianos del lugar: “Esto es como las meigas yo no creo en ellas, pero haberlas haylas”. Y eso es todo cuánto dicen de esto con su bastón plantado en la tierra. Una placa de la plaza del pueblo reza: “Si quieres sobrevivir planta tu bastón en el suelo. Si quieres vivir camina sin bastón”. Vestigios de un tiempo pasado que difícilmente se antoja mejor.

Crisis es un sitio de encuentro. De reunión y de alegría. De sinsabores superados y tristezas amortizadas. De minutos valiosos y de eslóganes publicitarios:

“Ni antes éramos tan buenos ni ahora tan malos”

lunes, 21 de mayo de 2012

Flashback y trenes

Excelente día el de ayer para caminar por la ciudad. Esta ciudad que tan amablemente me acoge desde el año pasado. Largas avenidas con muchos árboles que prestan su sombra en verano y ofrecen el sol en invierno. Paseos que brindan a dejarte llevar hasta que los pies dicen basta. Momento en el cual, lo mejor es sentarse en uno de los numeroso bancos de madera que aguardan su turno para paliar tu cansancio.

A menudo me siento en un banco. A leer el periódico, a escuchar una canción de Antònia Font o de Facto Delafe, a pensar, a escribir o simplemente ver el tiempo y la gente pasar. Ayer en uno de esos incisos mientras masticaba un chicle de sandía la vi. Era ella. Sus andares inconfundibles. El pelo lo llevaba más corto pero sin duda el color y sus rizos eran los mismos. Sus largas y rectas piernas.

“No puede ser”- pensé. A todo eso me mordí la lengua. Exceso de baba? Probablemente. Empecé a recordar mis tiempos de erasmus en Berlín. El día que la conocí en un tren, lo amplios que podían llegar a ser los lavabos de los trenes alemanes y las fiestas inacabables.

Estaba nervioso. Me empezaron a sudar las manos.

“Eres tonto? Haz algo”- me decía ese yo interno que nunca sé dónde está pero que es capaz de sacarme de quicio cuando y donde quiere.

A modo de robot, me levanté y empecé a andar detrás de ella. Recordé que en una peli de serie B se decía que la distancia prudencial para seguir a alguien eran unos treinta metros. Así que apliqué más o menos esa frase.

Sumido en mis cavilaciones, en el qué le diré o en el cómo estás de turno, descuidé visualmente su figura. Cuando me quise dar cuenta no estaba.
Imbécil. Miré a lado y lado. Nada.
Se había esfumado y con ella los recuerdos que me habían alegrado los últimos cinco minutos del día.

En ese instante, perdido cómo estaba sonó mi móvil. Durante el instante que estuve buscando en mi bolsillo, soñé con qué fuera ella la que llamaba diciéndome que me había visto y que girara la cabeza a la derecha y me fijara en la fuente de agua.
La razón hizo acto de presencia a la vez que visualizaba la pantalla del móvil: “Parienta” llamando. Bufff. Descuelgo.

“Cielo, no olvides que hemos quedado en casa de mis padres a las dos para comer. Trae dos barras de pan”- ella, la parienta.

“Ajá. Cómo olvidarlo”- contesté con el tono de voz de un enterrador.

lunes, 14 de mayo de 2012

niños tenemos que hablar

“Debiste ser más prudente”- le dice él a ella.


“Lo sé. Ahora es fácil decirlo”- dice ella echando una calada larga al pitillo.

“Tenemos un problema. No diré que sea trascendental pero sí peliagudo”- él después de atusarse el pelo.

“Bueno, sabíamos que esto nuestro podía salir a la luz tarde o temprano”- ella soltando el humo.

“Ya”- reposando sus manos sobre el mármol de la cocina.

“¿Qué sugieres?”- inquiere ella.

“¿Irme a Cuba y no volver?”- suelta rápido él.

“Está bien que uses la ironía y la bromita fácil como mecanismo de defensa pero tendrá que aportar algo más letrado en su legítima defensa”- ella.

“Mmm…no es a mí a quien pillaron en el sofá con un camarero de 25 años”- suelta él después de haber aguantado un par de minutos.

“Ya pero sabes que les debemos una explicación sobre cómo entendemos nosotros la vida y el matrimonio”- ella.

“Mmm…sí y no. Sí porque entiendo que de alguna manera les hemos de explicar que después de tu pillada de ayer yo no coja y te tire las maleta por la ventana. Eso sí, has de ser tú la que se estruje el wonderbra digo el cerebro para ver cómo salimos de esta”- suelta él buscando una taza de café.

“Cierto pero sabes que nuestra hija siempre creyó que era yo la que estaba contigo la noche de la champions al pasar por delante de nuestra habitación. Eso a lo mejor puede cambiar si hablo”- ella con cierto tono amenazante.

“Cariño, nuestra hija iba del revés así que todo argumento puede ser fácilmente desmontable”- él.

“Así que, qué les decimos”- ella.

“Pues la verdad. Son mayores. Les diremos que somos una pareja abierta y moderna”- él dándole vueltas al café con la cucharita.

“Vale. Felipe, Cristina y cómo se llama la otra, ah sí Elena, podéis bajar? Tenemos que hablar”- ella.



jueves, 10 de mayo de 2012

Linda

Linda no es su nombre. Es su falsa identidad. Vive en un submundo o más bien en un subterfugio desde hace varios años. Trabaja como cartera en el distrito de Tonk al sureste de la ciudad. Es callada y fría. Nadie en la oficina la ha visto sonreír ni siquiera el día de la paga extra de Navidad. Coge el sobre, engulle los sándwich de carne roja que ofrece el jefe y se va. Nunca bebe y no toca el resto de comida. Saben que esconde algo pero no saben qué.


Sus compañeros, la mayoría hombres, se mofan de ella a sus espaldas. Son unos cobardes ya que nunca lo hacen delante de ella. Le tienen miedo y eso que ella no mide más de 1.60m y es delgada.

“Su mirada acojona”- parlota James en el corrillo que se ha montado a su alrededor.

“Si, jajaja”- replican Joe y Jano.

“Mmmm…va, no es para tanto”- suelta el fanfarrón de Hank.

“Qué no? Una vez cogí por error su carro de reparto y casi me arranca el brazo cuando ya estaba en la calle. Esa tía no es normal. Tiene la fuerza de Hulk y la mirada de Corleone”- se estremece James.

“Ahora me diréis que le tenéis miedo a ese tapón?”- Hank

“Sabes qué? Ya que no la temes. Propongo que mañana cojas su sándwich de carne y te lo comas como quien no quiere la cosa”- propone el siempre pérfido Jano.

“Sólo eso? Vale”- Hank.

Al día siguiente, a las 12.30 tras volver de su ronda matinal se acerca a la mesa de Linda y coge el sándwich. Aprovecha que Linda ha ido al lavabo y ha dejado el sándwich al descubierto.

“Sabe raro”- Hank
“Ese es el sabor del miedo”- ríe Jano.
“Que no coño, esta carne sabe rara, joder”- Hank sigue masticando.
“A lo mejor es una de esas mierdas de tofu que tanto les molan a las tías”- Joe.
“Si esto es tofu, la vida de los vegetarianos es una mierda muy grande”- Hank.
“Shhh, callaos que sale”- Jano.

Linda se sienta y mirando la pantalla alarga la mano. No palpa el sándwich, se gira y no lo encuentra. Alza la vista y ve a Hank comiéndose el sándwich.

No se altera, se ajusta las gafas, se rasca detrás de la oreja y dice: “No sabía que te gustara la carne humana. Es buena, es rica en proteínas y muy nutritiva”

Hank sale disparado al lavabo.

martes, 8 de mayo de 2012

An apple a day keeps the doctor away?

Franck tenía claro que la clave de una buena tarta de manzana eran las manzanas. El mensaje podría parecer obvio pero no lo era tanto. Las manzanas debían ser de calidad. Hasta ahí obvio, otra vez. No debían ser excesivamente grandes ya que sino la concentración de fructosa era menor. Las manzanas debían ser de un rojo apagado, no brillante ya que supondría que han estado expuestas mucho tiempo al sol, lo cual probablemente significaba que parcialmente se habían secado. Ni qué decir tenía que no podían ser del tipo “Golden” o verdes y ácidas. Las primeras carecían de suficiente textura para aguantar en el horno dignamente y las segundas eran pues eso, ácidas.


Franck era un brillante y joven chef especializado en postres y dulces. Su vida infantil transcurrió entre la cocina de su abuela y la trastienda de la pastelería de su padre Philip. A los seis era capaz de clavar el punto de nieve de los huevos. A los ocho era un consumado especialista de los croissants y a los doce era gordo debido a la cantidad de azúcar que consumía al día.

Estudió en Ginebra con los mejores. A los 21 era ya una prometedora estrella de la región. Seguía siendo gordo, el efecto acumulativo había sido devastador desde los 12 años. A los 23, abrió su propio restaurante enfocado a postres únicamente. La competencia le tildó de loco e imprudente. Nadie iría a comer sólo postres. Fallaron, su intuición acertó de lleno y la lista de espera para acudir a degustar su menú de cinco platos por 30 euros era de unos tres meses.

Con el tiempo, su tarta de manzana fue adquiriendo tintes de obra maestra. Su técnica y “savoir faire” eran tan depurados que el resultado era excelso, brillante, inmenso. La revista Time le dedicó un editorial especial en el especial de navidad.

Tenía 30, era rico y famoso. Modesto y bonachón. Murió con las manos en la masa. Era diabético y nunca se medicó.

Su última tarta de manzana se subastó ayer por tres millones de euros en Londres.

sábado, 5 de mayo de 2012

el fin de mis pensamientos

Un camino que invita a andar hasta el fin de tus pensamientos.  Eso sería  todo lo que le diría a un novato.
Un día despiertas y no eres el mismo. No se trata de una resaca, de un golpe en el último partido de fútbol con los amigos o de una bronca con tu jefe. Ese día abres los ojos y todo es diferente. Es lo que llamo experiencias vitales. Cada persona suele tener entre una y tres en su vida.
En mi caso fue el 7 de febrero de hace ya unos quince años. Iba en moto por el circuito de motocross de la región dónde vivía entonces. Era un domingo cualquiera. Recuerdo pasar la curva de los pinos y no recuero nada más. Lo siguiente que recuerdo es un brillo, no más bien un destello que me molestaba mientras dormía. Dormía pero era día. Lo deduje al instante por el destello que perturbó mi profundo sueño. Abrí un ojo, y el destello parecía venir de una especie de circunferencia de aluminio bastante grande. El destello no me dejaba enfocar adecuadamente. Intenté levantarme para correr la cortina, pero no pude. Nada respondió. Al instante me percaté que esas cortinas no me sonaban de nada. Intenté de nuevo levantarme ya que pensé que quizás el “Windows se estaba iniciando” y mis piernas estaban dormidas.

Acerté en eso, estaban dormidas. Giré la cara y vi que no había nadie. Conseguí mover la cabeza para eludir el destello. Mmmm…sentí un escalofrío mental. Era una silla de ruedas. Y a juzgar por el fallo de mis piernas y un escalofrío mental (en vez de corporal).
En eso momento, me dije Mike esto se ha puesto muy cuesta arriba.

No diré que estoy contento de ver la vida desde la mitad de altura que antes porque eso sería ser grotesco, cínico y, lo peor de todo, mentiroso. Pero sí que diré que estoy convencido que he llegado a puntos de mi cerebro que de otra forma no habría sido capaz. He pensado en todo lo habido y por haber, en lo humano y en lo divino, en lo cómico y en lo trágico, en la vida y en la muerte.

Hoy como bien sabe señoría no puede escuchar de viva voz mi versión pero juzgue usted si cree que tenía suficientemente claro lo que le pedí a mi gente.

Tan sólo puedo decir que he llegado al fin de mis pensamientos.

lunes, 30 de abril de 2012

Ed

Ed es un hombre con poco pelo. Atractivo pero con una especie de cartel que pone “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Suele llevar camisas de cuadros grandes tipo leñador. En la ciudad su look resultaría raro o, porque no decirlo, hortera. Pero él vive en Wisconsin y ahí sólo hay vacas y tíos que cuidan de ellas. También hay mujeres pero juegan un papel menor por lo que se puede intuir cuando uno transita por ahí.

Ed es un tipo raro. Vive sólo. Su mujer murió en extrañas circunstancias pero de acuerdo a una ley estatal, las cosas que pasan en casa no se investigan, tan sólo se asumen. Ed tiene tics nerviosos y destellos de manía persecutoria. Conduce de noche, cuando el tráfico es ínfimo ya que si un coche se pone detrás del suyo, cree que le persiguen y se aparta bruscamente. Otra de sus manías es cortar el césped cada día. Esta manía empezó a ser costumbre con la muerte de su esposa. Se pone el traje negro, la corbata negra y sus zapatos de cordones bien lustrados. Enfoca su cadena de alta fidelidad a la zona verde como él le llama. Suena la marcha fúnebre todo el rato, sin parar. El proceso suele durar unos 45 minutos.

Una vez ha acabado de segar el terraplén, se pone de rodillas y usa el cortacésped a modo de confesionario. Sus rezos duran cerca de diez minutos. Se levanta con todo el traje hecho polvo y con manchas verdes de césped. No lo sacude, tan sólo coge la máquina y la guarda en el garaje. Se dirige al porche, saca la botella de Bourbon de la cocina y se pone a beber. Sin hielo, sin agua y sin vaso.

Como él dice, no soy un buen cristiano pero rezo cada día, me pongo mis mejores galas, purgo mis pecados con trabajo duro, bebo y pago mis impuestos.

jueves, 26 de abril de 2012

Vuelo retrasado

Marta y Ken se conocieron en el aeropuerto de Frankfurt. Él perdió una conexión y el vuelo de ella se demoró debido a problemas técnicos. Los dos coincidieron en el único bar que ofrecia un café decente. Todas las mesas estaban ocupadas, así que Marta ni corta ni perezosa le preguntó a ese guapo chico joven trajado y con cara distraída si podía sentarse. Él, lento de reflejos para muchas cosas, balbuceó algo ininteligible que ella interpretó como un si.
Ella suspiró y él seguía inmerso en la lectura del libro. Ella estaba aburrida y decidio que él sería su pasatiempo. Emepzó a mostrar sus armas de seducción, se dejó caer el flequillo, se mojó los labios y desabrochó un botón de la blusa. Decidió que era hora de que él estableciera contacto visual con ella. Le preguntó acerca del libro. Él, lento de reflejos para muchas cosas, pero no para otras captó rápido de qué iba el tema. Él sacó su mejor arsenal y ella parecía caer rendida a sus pies. La química surgió. El lavabo de la terminal hizo el resto. Se dieron los mails. Se dieron un beso canalla antes de que él reprendiera el vuelo de vuelta de casa.
Al cabo de una semana, empezaron una relación epistolar en forma de mails. Nada serio pero sí divertido. Él estaba casado, ella era madre de familia. Al cabo de unas semanas, Ken recibió un mail bomba de ella. Le exigía que la llamara a un teléfono. Extrañado cogió el teléfono y llamó.
"Ken, tenemos un problema"- dijo ella.
"Cuál?"- él
"Estoy embarazada"- ella
"Felicidades"- dijo él en tono alegre.
"Es tuyo"- dijo ella
"Lo dudo cariño"- dijo él.
"Cómo puedes estar tan seguro?"- dijo ella.
"Cuando meto goles, me aseguro de tener la defensa bien armada"- dijo él usando su habitual jerga futbolística.
"Es tuyo, lo sé porque mi marido lleva fuera varios meses embarcado en un barco atunero"- dijo ella.
"Imposible"- dijo él.
"He pensado en abortar. Necesito 5.000 euros para ello y no tengo dinero"- dijo ella.
"Marta, soy estéril. Tengo certificados médicos que lo demuestran"- dijo él.
"Mierda"- dijo ella.

Al cabo del tiempo, Ken empezó a descojonarse sólo en el sofá de casa.
"Qué pasa?"- preguntó Laura, su mujer.
"Nada que han pillado a una banda que chantajeaba a tíos que habían metido los cuernos a su mujer en aeropuertos de Europa"- dijo él.
"Dónde iremos a parar"- dijo ella.

martes, 24 de abril de 2012

Las tardes del Rimini

Recuerdo que se te iluminaba la cara cuando oías el ruido de mis llaves. Habitualmente me quedaba agazapado en el marco de la puerta esperando escuchar el ruido saltarín de tus pasos corriendo hacia mí. Ya podía haber tenido el peor día del mundo que eso me salvaba. Cuando llegabas y me abrazabas era como si yo fuera un coche eléctrico y me conectaran a la red. Era pura energía en movimiento.


Los dos adorábamos ese día. Esa tarde del último jueves de mes. Esa tarde que compartíamos afición y devoción. Era parecido a lo que muchos padres sienten cuando llevan a sus hijos al campo de fútbol. Dos generaciones, incluso tres si se apunta el abuelo, unidos por una misma afición.

Siempre el mismo ritual. Vaso de leche. Galletas. Y la bolsa. Salíamos a la calle y enfilábamos la empinada calle en la que vivíamos. Otros días se nos hacía interminable pero el último jueves de mes era pan comido.

Llegábamos al teatro. Saludábamos al resto. Nos contábamos la vida y milagros mientras nos cambiábamos de ropas. Últimos discursos en alto intentando recordar el guión y a escena.

Público entregado dependiendo del día. Pero siempre ese sabor de boca dulce que deja saber que has hecho las cosas bien, que te has esforzado y que lo has logrado.

Por eso, cada vez que voy al teatro de espectador, no puedo evitar emocionarme. Es como volver a estar conectados. Orgulloso de saber que has hecho de tu pasión tu profesión. Ansioso por volverte a ver en escena.



miércoles, 18 de abril de 2012

un tango

Son cosas que pasan le dijo su madre sin levantar la cabeza y siguiendo con la concienzuda limpieza de la lechuga. Ella era una defensora a ultranza de los productos naturales y los vegetales conformaban una de sus mayores pasiones. Tenía un modesto huerto urbano que no alcanzaba para abastecer a toda la familia pero ayudaba. Era más un tema de convicción que una solución práctica.


Sin duda, ella era de esas personas que tiraba de pasión y tenacidad a la hora de afrontar los retos de la vida.

Él, su hijo, en cambio era una persona eminentemente práctica. Nunca le daba más de dos vueltas a las cosas. Tenía la enorme virtud de decidir rápido y acarrear con las consecuencias. A menudo había errado pero esa celeridad en la toma de decisiones le solía dar ventaja.

Eran madre e hijo. Estaban unidos. Eran antagónicos. Complementarios a la vez.

Hoy las tornas se habían cambiado, los papeles se habían intercambiado.

Él rezumaba nerviosismo y excitación sin contener. Ella, paz y sosiego.

“No son cosas que pasan. Es una cosa que me pasa a mí. Y no me digas que es normal”- suelta él arrodillado en el suelo buscando algo.

“Prefieres que tire de tópicos?”- suelta ella con cierto tono irónico.

“No hay tópicos que puedan explicar estas confabulaciones geoestratégicas”- suelta él con medio cuerpo de bajo de la mesa.

“Aha,…”- ella.

“No es normal que nos hayan desconectado, que nos hayan cortado la emisión de esta forma precisamente hoy que hay fútbol. Es un expolio encubierto”- suelta él.

“Y ahora me dirás que la culpa es también de los argentinos?”- ríe ella.

lunes, 16 de abril de 2012

Macrochiringuitos, Pesetas y Elefantes

Hoy tengo el gesto torcido. Es inevitable pensó Antonio. Es lunes, amenaza lluvia y no sólo en lo que al tiempo se refiere y para colmo sus previsiones de mal agüero se están cumpliendo. A otros, eso les pone argumenta mentalmente pero a él eso le cabrea.


Le cabrea porque hasta ahora ha intuido correctamente lo que iba a pasar y ese cosquilleo en su sien izquierda le avisa de que probablemente va a volver a acertar.

Sabe que el enfoque no es el adecuado, el diagnóstico es a todas luces erróneo. El problema no es el déficit se repite eso no es más que la consecuencia de la causa real.

¿Y cuál es? Le preguntan a menudo.

Él lo tiene claro.

El motor, o una gran parte como el 35%-40%, se ha parado. En septiembre hará unos cuatro años que el motor se empezó a gripar. En este lapso de tiempo quedan atrás numerosos espectáculos lamentables como planes de inversión absurdos con el nombre de la quinta letra del abecedario en busca de una acción de cara a la galería. Imposible olvidar unos interesantes brotes verdes que ni tan siquiera llegaron al status de brotes de soja. Subidas de impuestos que llenan el buche de hoy pero que de nada sirven para paliar el hambre de mañana. Y uno piensa, y no es mejor invertir en cañas de pescar que en el pescado del día?

Señores con apellidos imposibles con pinta de listos, nos dictan los deberes. Deberes teóricos nunca prácticos y de una dureza extrema. Es como esa mochila llena de libros que, en teoría, llenarán de sabiduría al niño pero éste no puede cargar debido a su enorme peso. El otro problema es que ese supuesto niño no es tal, sino un socio de pleno derecho al igual que el supuesto profesor del macrochiringuito con el logo azul con estrellitas.

Y en el fondo, el problema es doble. El macrochiringuito que te ha restado totalmente flexibilidad y que tu motor se te ha parado. En los libros de teoría a esto se le llamaba “recesión”. Lo habitual era devaluar tu moneda (ah la extinta y admirada peseta) y solucionabas parte del desaguisado. A ojos del mundo te convertías es un sitio barato, ergo la gente venía a comprar a tu mercado. Eso sí, tú no podías salir fuera del país porque eras pobre ya que tu moneda valía menos que antes pero al menos la gente tenía trabajo, sanidad, educación y podía viajar por España. Con lo bien que se come en España. Y sus islas? Y sus montañas?

Sin embargo, lo peor piensa Antonio es la sensación que tiene de que nos están regañando por gastones. Qué ha habido despilfarro? Si, pero no ha sido eso lo que nos ha llevado hasta aquí. El gasto enorme vino cuando bajaron los ingresos por la falta de actividad y el incremento del gasto (de una cosa llamada paro) por ese mismo motivo. Probablemente, usted señor de nombre ininteligible del norte, es ese doctor que en pleno desangre que me ha administrado un anticoagulante cuando lo necesario era lo contrario. Y usted, señor elegido por mis paisanos de barba boba, no es más que un médico residente malo incapaz de defender a su paciente. Lo que sobran son políticos.

Pues a lo mejor lo que hay que intentar es diversificar nuestra economía, pongamos que nada genere más del 30% del total y, por supuesto, ir pensando en buscar esas pesetas que andan escondidas en los cajones de nuestras casas. Pinta que las vamos a necesitar.

Eso o si seguimos en el macrochiringuito, reducir a la mínima expresión a la clase política. ¿Qué sentido tiene que, estando en un macrochiringuito, las finanzas las mire el Comisario en Bruselas y su equipo, el Ministro en Madrid y su equipo, el Conseller y su equipo, el Alcalde y su equipo? Aquí hay alguien que se está tocando los huevos o cazando en Botswana (o ambas).

Basta Ya.

viernes, 13 de abril de 2012

Cariño, no es lo que parece,...

Martin era un tipo corriente, con una vida corriente que estaba casado con una tipa corriente que a su vez vivía de forma corriente. Todo era corriente o al menos eso era lo que parecía a ojos del resto.


Él tenía el típico trabajo que nadie entendía. Al principio, Martin se esforzaba en intentar explicar en qué consistía su día a día. Con el tiempo, la desgana se apoderó de su discurso y tan sólo decía que se dedicaba a los números cuando le preguntaban. La mayoría se daba por satisfecha con esa respuesta. Su mujer, Mary era publicista. Vestía de forma moderna y se consideraba a sí misma como alguien “cool” y guay. Martin era todo lo que no encontraba en su mundo laboral. Era aplicado, serio, formal y sobre todo fiel. Ella era desordenada, creativa, con ganas de comerse el mundo y muy flexible.

Eran como el día y la noche pero la unión funcionaba. Ella solía llamarle a él cariñosamente “Ying” y él le correspondía con un “Yang”. La pareja funcionaba bajo unos parámetros muy claros. Estaba prohibido hablar de trabajo durante la cena, todo el mundo tiene problemas así que mejor no agobiar al otro con tus cosas. Los domingos comerían siempre en un sitio distinto, así evitarían caer en las tediosas tradiciones de comer en casa de los padres. La infidelidad no estaba permitida de forma oficial aunque llegaron a un acuerdo privado dónde la única condición que se ponía es que el otro no se enterase. No valían confesiones sinceras y desgarradas de sofá un domingo lluvioso por la tarde. Respecto a esto habían hecho una leve excepción, los dos habían elaborado una lista de cinco personas del sexo contrario famosas con las que se podían llegar a acostar llegado el improbable momento y dónde estaba permitido contárselo al otro. Los dos coincidían en que sería muy triste ligarse Monica Belucci o a George Clooney y no poder contarlo.

La última y quizás más estrambótica norma era que tan sólo podían beber Coca-Cola nunca Pepsi o cualquier otro refresco de cola. Esta cuestión la impuso Mary ya que su agencia llevaba la cuenta de Coca-Cola y ella había firmado un contrato de fidelidad que se extendía a los familiares directos. Él no tuvo más remedio que aceptar.

Era domingo al mediodía. Mary llegaba de pasar el fin de semana con sus padres. Martin se había quedado porque el día anterior tenía una despedida de soltero de James. Mary abrió la basura para vaciar el cenicero.

El gesto de su cara se torció, fue al salón y le dijo a Martin: “Quiero el divorcio. Has infringido una de nuestras reglas sagradas”.

Martin, cariacontecido, se levantó y preguntó: Porqué?

Ella, desconsolada: “Mira en tu basura”.

Él abrió el cubo y dijo: “Noooo. Cariño no es lo que parece”.

Ella: “No te creo”.

Él: “Stuart fue al paqui y compró Whisky y Pepsi. Yo no lo sabía. Se sirvió él mismo. Yo estaba aquí en el sofá con James y Mark”.

Ella: “Has sembrado la duda y puede que hayas arruinado mi carrera, imbécil”.

Él: “Cariño, de verdad, no es lo que parece”.

martes, 10 de abril de 2012

El museo

Habíamos quedado para ir al museo. Nunca fui un entendido en temas de arte, sin embargo me gustaba visitar museos. Tenía esa inocente impresión que entraba al museo sabiendo poco y salía sabiendo aún menos, pero eso en el fondo era cultura o eso quería pensar yo. El ritual sería el de siempre. Un café mañanero para quitarme las legañas mentales de la cabeza en la cocina mientras escuchaba las noticias en la radio. Nunca tenía tiempo suficiente para saber qué pasaba en el mundo y los sábados era mi reconciliación con el mundo.


Ducha de monje, jabón, agua y para de contar. Nada de interminables bañeras con sales reconstituyentes. Nada de nada. Bajaría por las escaleras, eso me daría aún más sensación de libertad. Consultaría el reloj y si mis cálculos no habían fallado dispondría de tiempo suficiente para bajar al museo caminando. Ipod en mano, sensación de libertad máxima.

La mañana idealmente sería de primavera, suave brisa fría que invitaba a ponerse un jersey fino. Sol de rigor que demandaba unas gafas de sol y el look estaría completo. Pararía a comprar unos croissants en Limo’s y unos zumos en el colmado de la esquina.

Todo sería perfecto.

Un olor fétido me despierta. La estancia está en penumbra y durante un microsegundo dónde convive el “yo del sueño” y el “yo real”, la confusión es máxima. ¿Qué hago en un sitio lúgubre si debería estar caminando por Central Park con unos croissants en la mano? Lo malo o lo bueno de los microsegundos es que son eso, micros. Antes de que acabara de formular mentalmente la pregunta ya sabía la respuesta.

Aún así, soy de naturaleza desconfiada y necesitaba una prueba. Palpé mis ropas. Mmm…rugosas, y miré en el bolsillo de la izquierda. Había algo bordado:

5570.

Y sonó la sirena de las seis de la mañana.

Otro largo día a la sombra sin nada que hacer.

martes, 3 de abril de 2012

Wodka con leche

Ellen estaba reponiendo el carrito de las bebidas, el cual había sido saqueado por el grupo de chicas histéricas con cara de Paris Hilton pero con una cuenta corriente bastante más modesta. Eran horteras porque llevaban los típicos gorros fálicos en la cabeza y miraban de forma adolescente al resto del pasaje.


Era su último vuelo de la semana antes de tomarse unas vacaciones en el Algarve. Este año no quería un destino exótico como Seúl, Sydney o Cuba. Tan sólo quería un buen hotel, con buenas instalaciones, un bonito albornoz y zambullirse en la piscina privada de la habitación con vistas al mar. Por la noche, saldría a tomar algo, se ligaría algún camarero o soltero despistado y tendría sus necesidades básicas más que cubiertas.

Ellen estaba harta de su trabajo. Harta de las quejas de los pasajeros, harta de que los pilotos le tocaran el culo cuando embarcaban al avión. Harta de la imbecilidad de la supervisora de azafatas. Y harta del traje ridículo que llevaba.

Dicho esto, Ellen era consciente de su pasado. Sabía que el hecho que hubiera tenido que cambiar de identidad no le dejaba muchas opciones. Sus flirteos con la droga y la mafia la habían puesto en un serio aprieto años atrás. La policía le ofreció un buen trato, libertad, una nueva vida, una nueva identidad, dinero y un trabajo estable para rehacer su vida. A cambio, tenía que escribir tres nombres y tres direcciones.

Dimitri, Giuseppe y Sonya. Ella les dijo que los encontraría en un bar y que tenían que arrestar a los tres que pidieran un vodka con leche.

Ellen respiró tranquila el día que el inspector Wilkins le confirmó su detención. Ella precavida como siempre exigió las fichas policiales. Wilkins vaciló primero pero luego acabó accediendo. El partido se había acabado y Ellen había salido ilesa.

No obstante, durante ese vuelo tuvo una sensación extraña. Cómo cuando sabes que algo va mal sin saber qué es lo que va mal. Timothy, su compañero se acercó y le pidió que le pasara el vodka. Ellen lo hizo.

“Ah, y pásame la leche también. En el 24C hay un sonado que me ha pedido un vodka con leche”

martes, 27 de marzo de 2012

Cheerleaders

El otro día tuve la oportunidad de ir a un partido de básquet. La verdad es que mola ir a eventos deportivos. Supongo que el hecho que no vaya muy a menudo juega claramente a favor de este tipo de sensación. Pero esta vez fur diferente. Diametralmente distinto. Los asientos eran a pie de pista. Literalmente. Éramos los que más cerca estábamos de la pista. Vamos, lo que viene siendo un asiento “Jack Nicholson”. A Morel le ofrecieron dos entradas y no lo dudé.


En el descanso teníamos acceso a un pica-pica en el túnel de vestuarios. Todo muy cuidado. Nos pusimos morados. Las cheerleaders salían a animar al inicio del partido y al final de cada cuarto. Estábamos en primera fila. No lo hacían mal pero están a años luz de las animadoras americanas. Ni la coreografía, ni la indumentaria y porqué no decirlo- ni su belleza estaban cerca del nivel americano. Imagino que aquí no hay cultura de cheerleaders y allí sí.

Es curioso lo bien que los hacen los yankees en este aspecto. Los eventos deportivos son puro espectáculo, puro show business, un lujo para los ojos. Suelen durar varias horas y uno se lo pasa en grande.

Hay pocas cosas que me gusten de ellos pero sin duda su manera de enfocar los partidos, conciertos, eventos en general me mola mucho.

Y las cheerleaders también;)

jueves, 22 de marzo de 2012

las noches del desierto

Viajar es un placer. Al menos lo es para mí. Cada uno tiene su tipo de viaje pero el simple hecho de poder escapar y ver cosas diferentes eso constituye un gran placer.


Jerome es intrépido en vacaciones y pragmático el resto del tiempo. Tiene un puesto medianamente bien remunerado en una multinacional pero no con un excesiva presión, lo cual le permite vivir de forma acomodada. No tiene grandes lujos ni pasiones muy caras. Le gusta el vino, el buen vodka y los fettuccini que preparan en Gino’s. Todo en su vida gira en torno a su próximo viaje. Sin mujer en nómina ni niños que mantener puede dedicarse a si mismo todo el tiempo. Ha escalado montañas medianamente altas. Ha buceado en las aguas más cristalinas. Ha recorrido la gran Muralla china. Ha viajado en el Transiberiano. Ha fotografiado canguros y koalas. Ha nadado en el Amazonas. Ha bebido las mejores caipirinhas en la costa norte de Brasil.
Y ha dormido innumerables veces en el desierto.

Las noches del desierto lo son todo y a la vez no son nada. La profunda oscuridad pone de relieve un manto de estrellas como jamás podrás ver en otra parte del planeta. El contraste de la temperatura hace que pienses que ese sitio es lo más cercano al fin del mundo que hoy uno puede experimentar. Llegar, plantar la tienda, preparar una hoguera para asar algo mientras se bebe una cerveza.

Eso es lo más grande. Es el clímax.

Es incapaz de recordar las veces que ha usado la táctica del desierto con las chicas. Y siempre, siempre funciona ,…. Nunca le vuelven a llamar;)

lunes, 19 de marzo de 2012

Calle Principal

El ruido del ascensor al subir. El ruido del ascensor al bajar. El ruido del ascensor cuando alguien abría sus puertas. Cuando las cerraba. Esos fueron durante largos años mis compañeros de sueños y vigilias de madrugada. Nada especial ni incómodo. Estaba plenamente acostumbrado a ello. De hecho, cuando alguna vez había dormido fuera, el no ruido me inquietaba y me dificultaba la conciliación del sueño.


Mi habitación era interior y daba a un pequeño patio de luces y una de las paredes colindaba con el mecanismo del ascensor. Al ser un patio de luces relativamente estrecho te brindaba la opción de saber qué ocurría en casas ajenas. Los Gómez siempre sufrieron por la sordera del padre, el cual era aficionado a la copla y los toros, dando rienda suelta a sus aficiones a unos decibelios decididamente excesivos. Luego estaban los Antúnez, gente honrada y de buena pasta hasta que su adorada Mariola decidió liarse con un macarra. Las discusiones fueron ya parte del menú. Y mi preferida, la Sra. Remedios, esa que decía a los cuatro vientos “gracias a mi, muchos matrimonios todavía duran”.

Hoy he leído en el periódico que han derribado el edificio de la calle Principal número siete. El edificio dónde viví hasta que decidí recorrer mundo con mi cámara a cuestas. Lo bueno es que lo han tirado para levantar un cine y eso mira tú por donde me hace ilusión.

jueves, 15 de marzo de 2012

tres verdades

1) El engaño del vidrio: El típico día que te mueres de beberte una birra (casi cada día dirán algunos; sí que pasa?), la nevera está vacía. Vas al paqui y sólo tiene del tiempo. La pillas igualmente, la metes en el congelador. Pasados 20 minutos, piensas que tu congelador es la hostia y la birra ya estará fría. Vas, la tocas, piensas, no es más elucubras y acabas diciendo “se puede tomar”.

Error: el vidrio está frío, la abres y no vale un pimiento.

2) Conflictos de agenda: tienes 20 años, tu novia es reciente pero no tanto. Está buena o eso crees tú. Te mola Ac/Dc y vienen en concierto después de 20 años sin venir por estos pastos. Tu novia te dice “mis abuelos cumplen 50 años de casados” tu sueltas un “pues me alegro, qué capacidad de aguante”. Ella te mira y hace ver que no ha oído eso y suelta “quieren que vengas a cenar con toda la familia el día 20 de este mes”. Oyes el ruido de tus huevos rebotando contra el suelo pero eres un tipo duro que aguanta y dices “tengo derecho a un abogado”. Ella se sabe tus tretas y dice “sí pero será de oficio”. Solicitas poder hacer una llamada, ella no accede porque sabe que la vas a usar para escapar.
Tienes 20 años y te sabes perdedor de la contienda. Una pena porque al cabo de unos meses te deja tirado por no sé qué de falta de compromiso. Manda huevos. Esos huevos que perdiste contra el suelo.

3) Tu madre no es como creías: De pequeño ves a tu madre como un ser recto, impoluto y que está por encima del bien y del mal. Con el tiempo descubres que tu madre es un ser terrenal, capaz de errar. Lo peor es cuando se convierten en abuelas y sueltan comentarios verdes o incluso a decir palabrotas. Tu madres es humana no Dios!

miércoles, 14 de marzo de 2012

lo que nunca nos dijimos a la cara

Lágrimas huérfanas discurriendo por mejillas ajenas,
Carcajadas robadas a punta de pistola,
Sueños dormitando en viejas maletas,
Miedos buscando su esperada hora.

Afrentas por menos de lo que cabía esperar,
Reproches indignos de nuestro pasado,
Problemas que no supimos afrontar,
Quizás por no mantener el anonimato.

Distancias difíciles de salvar,
Cafés y cigarritos sin compartir,
Verdades que ya dejaron de importar,
Sin más esperanza que la de fingir.

Pavor por sentir el desprecio amargo,
Susto al ver los minutos restantes,
Esperanza vacía como la de un tango,
Tristeza al ver el uso de tus malas artes.

lunes, 12 de marzo de 2012

Operación Seducción Ejecutada

                                                                                                 Miami, 12 de marzo de 2012


Estimado Sr. Young;

La operación se ha ejecutado de forma satisfactoria. Mr. Edding fue detenido a la salida de la estación Central pasadas las 8.15pm tras haber facilitado el micro chip y el pen drive con la información secreta. El señuelo usado, la señorita Mapple, ha sido un éxito. Se recomienda seguir usando el señuelo Mapple por sus características físicas en próximas misiones. Edding declaró no saber nada pero las numerosas grabaciones realizadas en el bar de la estación así como el testimonio de todos los que allí se encontraban (policías de incógnito) así lo corroboran.

Tal y cómo habíamos diseñado usted y yo, Edding será acusado de espionaje industrial. Usted se personará como acusación particular en nombre de su empresa. Su hija, por tanto, se podrá divorciar de él sin coste alguno para su familia.

Siempre es bueno mantener el patrimonio a buen recaudo. Adjunto le envío la minuta y nuestros honorarios.

Firmado;


Nicanor Williams.

P.s.- No se preocupe por el contenido de esta carta. El papel usado está diseñado para que se autodegrade 30 minutos después de entrar en contacto con oxígeno y Co2.

miércoles, 7 de marzo de 2012

el bar de la estación

Habían quedado en encontrarse en el bar de la estación. Un sitio poco ostentoso y que no llamase la atención. Ella llegaba en el tren de las 8 de la tarde. Él llegaría caminando desde el centro tomando todas las precauciones posibles. Nunca habían hablado en persona pero mantenían una relación especial. Sabían que lo que iban a hacer iba en contra de toda moral y ética. Aún y así los dos lo tenían decidido.

Él había imaginado las primeras palabras e impresiones del encuentro y había recreado una conversación en su mente. Había valorado todos los pros y todos los contras, había indagado y explorado todos los ángulos posibles. Pese a tener el convencimiento de lo que iba a hacer, no podía evitar que la sombra del remordimiento caminase a su lado.

Ella era una persona más pragmática, si algo le apetecía lo hacía sin reparar en exceso en posibles consecuencias posteriores. Eso le había provocado algún que otro contratiempo en el pasado pero eso no la detenía ya que su día a día compensaba esos problemas puntuales. Ella había investigado y conseguido información sobre él. Le gustaba saber el terreno que pisaba.

Pasaban dos minutos de la hora marcada y él estaba apoyado en la barra tomando una tónica. Sabía que no debía mirar a la puerta de forma directa, así que lo hacía a través de un espejo de la pared de la barra. Ella había aprovechado y se había dirigido al lavabo. Decidió que debía darse los últimos retoques. Barra de labios y rimel.

Entró pasados siete minutos. Sabía que si dejaba pasar otros tres minutos más, corría el riesgo de que él se hubiera marchado. Cruzaron las miradas en el espejo de la barra. Pese a no haberse visto jamás, los dos sabían que el otro era quien debía ser.

Ella se sentó en una mesa opuesta a la gran cristalera que daba a la estación. Pasados dos minutos, él pagó y pasó al lado de su mesa. Ella dejó caer sutilmente su bolso. Él se paró, se agachó, lo recogió, sonrió, se lo dio y reemprendió la marcha. Todo en cuestión de segundos.

Misión cumplida. El loro está en la jaula.

lunes, 5 de marzo de 2012

Unamuno & cía

“Qué música escuchas?”- le pregunta él.

“Quéeee?”- le contesta ella quitándose uno de los auriculares de la oreja.

“Que qué música estás escuchando?”- repite elevando el tono de voz.

“Tío, que no estoy sorda”- y se vuelve a enchufar el auricular aislándose.

“Será gilipollas la tía esta”- musita entre dientes el adolescente sentado al lado de ella.

“Mira niñato petagranos, ni soy gilipollas, ni soy tu tía, ni te importa una mierda la música que estoy escuchando”- suelta ella con una rapidez endiablada.

“Uuuuh, la Barbie superstar se ha ofendido y saca su mala leche a pasear. Ah, y de granos más bien pocos, guapita de cara”- responde él sacando pecho.

“Cretino”- ella.

“Puta”- él.

“Muy bonito. Qué culpa tengo yo de tu ineptitud y de tu falta de vocabulario que al tercer intercambio ya has de recurrir a la palabra puta? Es que mira que lo tengo dicho la ESO está llevando este país al fracaso total. Lo lógico es que me siguieras insultando pero con más estilo y clase. Pero no, el nene ha tenido que pedir el comodín del público y llamarme puta”- suelta ella.

“No me ralles tía. Me vas a enseñar las tetas ya o no?”- comenta él mientras se rasca la entrepierna.

“Buff, cómo ha perdido el cortejo que diría Unamuno”- responde ella quitándose la camiseta.

“Unamuno tu padre”- él.



miércoles, 29 de febrero de 2012

noches de verano

Siempre viajé ligero de equipaje,
Sin ataduras ni carruajes.
Nunca me gustó fumar de prestado,
Gastando mi tiempo con el tío de al lado.

Brindé al sol buscando una respuesta,
Dormí al raso después de la fiesta,
Caminé lo andado ofreciendo una recompensa,
Esperando tan sólo una dispensa.

Pasé de falsos tahúres y magos,
Bebiendo whiskey a tragos,
A los que nada ofrecen y todo lo absorban,
Un beso, un saludo y que os jodan.

Lecciones de quita y pon,
Sentimientos desbocados sin ton ni son,
Tormentas de verano que rehuí,
Por no saber lo que perdí.

lunes, 27 de febrero de 2012

el maestro

Recuerdo a mi padre ajustándose la pajarita delante del espejo. Presentaba un rictus serio, cómo siempre. No era una seriedad que se pudiera enmarcar en la caja de un simple enfado, era ese tipo de seriedad que precede a momentos de máxima tensión y concentración. Sé que en ese mismo momento, el maestro podría haberme firmado mis horrorosas notas del cole sin apenas pestañear. En las horas previas a un concierto, el maestro entraba en una especie de trance que le alejaba de la condición de padre de familia. Mamá nos había prohibido pedirle, preguntarle o cualquier otra cosa que implicara una decisión en esos momentos sin estar ella presente. Sabía que entonces actuaba o hablaba el maestro y no el padre.


El esmoquin le sentaba de fábula. Parecía un actor de cine caminando por la alfombra roja. Su determinación cuando caminaba era digna de admirar. La forma en que se colocaba los dobles puños con gemelo era ya un tic clásico. El maestro repasaba mentalmente todas las notas del concierto en su cabeza mientras sacaba brillo a sus zapatos ingleses de cordón. Era un espectáculo. Recuerdo una vez, que mamá me castigó por invitar a un par de amiguetes del cole aficionados a la música para que pudieran ver como el maestro preparaba su función. Me castigó porque les había cobrado entrada, les había cobrado la merienda y el asiento.

Era su gran día. El concierto que le iba e encumbrar cómo una de las leyendas vivas de la música clásica. Y lo fue. Su actuación fue memorable. Nada que reprochar. Estuvo simplemente perfecto.

Al día siguiente, anunció que lo dejaba. Sabía que había alcanzado su objetivo. Ya nada le interesaría dentro de la música. Lo dejó siendo un mito. Mi próximo objetivo dijo va a ser mi familia. Ese día entendí que más me valía ponerme a estudiar porque se acabó lo de que me firmara las notas un tío en pleno trance.

Papá murió hace un par de días de viejo y plenamente feliz. Nunca más fue el maestro.