viernes, 29 de junio de 2012

billete a ninguna parte

Todo pasó a un ritmo endemoniado. Yo era joven, bueno lo sigo siendo pero en esa época era “joven-joven”. Ahora joven a secas. Recuerdo que decidí mudarme a una ciudad lejana del este del país. Había acabado mis estudios y ya nada me retenía en mi ciudad. Doris había decidido emprender una exitosa carrera en el mundo del arte.

Una mañana me levanté, cogí lo básico, lo metí en mi maleta de piel rasgada y me fui. Recuerdo dejar una nota encima de la mesa como despedida para mis padres. Me consta que mi madre no me ha perdonado por ello, es posible que ya no forme parte del fideicomiso que dejó el abuelo al morir.
Una vez en el aeropuerto, compré un billete, sin rumbo fijo tan sólo elegí el próximo vuelo. Vuelo corto.  A mi lado se sentó una chica atractiva. No era guapa, ni mucho menos pero tenía algo. Se puso a hablar conmigo. Yo me quise hacer el interesante y tan sólo tardó medio minuto en llamarme gilipollas. Aún así perseveró y me contó que había formado un grupo de pop con otras tres chicas. Y que empezaban la gira en esa ciudad. Me invitó al concierto inaugural.

“Lo pensaré”- le dije.
“No vuelvas a mostrarte como un gilipollas. Sé que eres buen tío. Ven, no tienes nada que perder”- me dijo.

Me dio cuatro señas.  Esa noche,  acudí al club. Guau. Brillante. Fue un espectáculo increíble. Me invitaron a la fiesta posterior. Gente muy guapa. Ella me susurró algo al oído y la seguí. Entramos en un cuarto. . Allí puso música y empezó a bailar. El tema pintaba bien. Se quedó en ropa interior. Dijo que tenía calor. Ummm, yo también, pensé.
Abrió la ventana. Era una noche fría.
Se acercó y saltó al vacío.

De 100 a cero en dos segundos. Me quedé helado y plantado ahí.
Llegó la poli. Me trincaron, me acusaron de querer violarla y de matarla.

Todavía recuerdo a mi madre diciendo: “no hables con extraños”. Le faltó añadir “aunque estén muy buenas y tengan cara de buena gente”.

Me quedan cinco años de condena.




viernes, 22 de junio de 2012

Taller ocupacional: “Gestiona tus emociones”

A perro apaleado todo son morados. Lo sé, el refrán no dice eso pero me da igual. Me da igual porque ayer me pillé un pedo de aúpa. Perdón, de aúpa y carrerilla. De los que marcan época. De esos que entras en el bar con cara de niño y apellido normal y sales de él con bigote poblado y apellidándote Santos.


Y sí, la ocasión lo merece. Me he quedado en el paro, tengo un grano certero en el culo y mi camello ha decidido reconducir su vida. Lo del paro lo llevo mal, porque hay que madrugar para ir al Inem, te dan unos papeles, hablas con unos seres de otro planeta y encima el colega me sugiere que me apunte a un taller ocupacional. A ti, sí que te voy a “ocupacionar”!! Insiste, es obligatorio para poder recibir la prestación.
Salgo de ahí. Camino en busca del bar más cercano. Un sol y sombra. Me cuesta aposentarme, el grano me está ganando la batalla. Estoy asimilando la fatal noticia. La del paro no, la del puto taller ese. Cómo me obliguen a ponerme un delantal les hostio a dos manos, pienso mientras pincho una oliva. De todas formas, como voy por el tercer sol y sombra, empieza a salir de nuevo el Santos que llevo dentro. Me veo como un tipo duro, ni rastro del grano y ya sólo fantaseo con una monitora buenorra para el taller. Mi fantasía sigue su curso y le doy vueltas al nombre del taller: “Gestiona tus emociones”. Empiezo a pensar que quizás buscan actores porno y éste es el taller donde te enseñan, la monitora sigue siendo una buenorra y además tiene becarias.

La cabeza (y lo que no es la cabeza) me da vueltas. Estoy perdidamente borracho.

Abro un ojo. Me queda media hora para llegar al dichoso taller. Me ducho (he decidido dejar aparcado a Santos un rato y me aplico una buena capa de jabón). Sé que el taller nunca será lo que soñé ayer pero también sé que sigo fantaseando con algo mágico.

Llego. El lugar no tienes nada de mágico. Es gris y las paredes están llenas de pegatinas y carteles a medio arrancar. Mentalmente, veo como la monitora cachonda se va alejando.

Entro en el aula 2.15. Sillas en forma de corro. Mal rollo. Un tío de espaldas. Mal rollo. Se gira. Es el chico gay de mi cole. Mal rollo. Yo le zurraba. Mal rollo. Le dije que era un looser. Mal rollo. Él aguantaba las chanzas como podía. Mal rollo.

“Hombre, mira quién está aquí. El gran García”- suelta con sorna mi excompañero.

“Santos, si no te importa”- corrijo.

“García-Santos, es verdad”- se descojona.

“Menos pitorreo, Valentín”- contesto.

“Val, todos me llaman Val. Y aquí soy un tipo muy respetado. Soy alguien, no como tú. Quién es looser ahora? Quién es el que vive a costa de los otros? Menudo parásito. No sirves ni para arrodillarte delante de mí”- se sigues descojonando.

“Y tú eres el que lleva el Taller de cómo gestionar las emociones? Me descojono. Puto Valentín. Gilipollas”- y me largo.

Pim. Pam.



jueves, 14 de junio de 2012

áspero

Juan come una pera apoyado en la encimera de la cocina. Se supone que está mirando por la gran ventana que hay detrás de la pica. Mira sin mirar ya que no es capaz de fijar la vista en nada concreto. No puede ni quiere hacerlo. Parece estar absorto en sus cavilaciones más profundas aunque bien podría decirse que su mente está casi en blanco.

De pronto, consigue bajar la mirada y fijarse en la pera que se está comiendo. Su piel es especialmente rugosa, áspera incluso. Gira sobre sus talones y escribe la palabra “áspera” en la pizarra contigua a la nevera. Deja la pera a medio comer en un plato y se lo lleva.

Camina al piso de arriba hasta hallar su mesa de trabajo. De nuevo, la mesa se encuentra frente a un gran ventanal. Enciende su ordenador, abre un documento de Word en blanco y empieza a escribir sin pausas. La inspiración le llega desde lo más hondo. El texto es directo, duro y, como no podía ser de otra forma, áspero.

Juan ha sabido hoy que una compañera de trabajo, joven como él, está cruzando esa ralla entre dos barrios. Sabía que estaba enferma pero albergaba esperanzas de que ella saliera victoriosa. Pese a que no eran amigos íntimos, habían compartido momentos distendidos en la cocina a la hora de comer o chismorreos a primera hora del día. Hoy siente una intensa sensación de aspereza ya que sabe que debería ir a verla al hospital. Ella agradece las visitas ya que lleva tres meses sin salir del hospital pero él teme que le flaqueen las piernas. Teme no reconocerla tras el nido de cables y su galopante alopecia. Sabe que está siendo egoísta pero percibe perfectamente la lucha que se está librando en su cabeza entre su “yo miedica” y su “yo valiente”. Entre su “yo- ocupado por mil historias absurdas” y su “yo-comprometido”.

Recuerda sin estupor las palabras de su padre un día cualquiera “hijo, en la vida habrá momentos que tendrás que librar una batalla interior contigo mismo. Será duro porque no hay oponente más férreo que uno mismo pero sé que sabrás actuar correctamente”. Esas palabras caían como una losa sobre su maltrecha conciencia.

En un acto de valentía, le da a imprimir. Coge su chaqueta y la hoja de la impresora. La dobla, la guarda en el bolsillo y se va.

Está dispuesto a entregarle la carta de despedida en mano. Y así lo hará.

Librará con éxito su batalla interior pese a que sabe que salir victorioso de esa guerra le provocará una inmensa tristeza al cabo de pocos días.

jueves, 7 de junio de 2012

Baja la cabeza

Hay momentos en la vida que hay que ser valiente y aceptar la derrota por dolorosa que sea. Sin gritos ni estridencias. Ayer oí decir que las gentes de los pueblos mediterráneos no bajan la cabeza aunque las cosas pinten muy negras. Discrepo hay veces que es mejor bajarla.


- Momento “Me acabo de cargar algo que a mamá o a papá le gusta mucho”:

Suele darse en ese periodo pre-adolescente, dónde eres consciente que la acabas liar parda y se te va a caer el pelo a menos que actúes rápido. Tu parte derecha del cerebro abogará por esconder lo que sea que te has cargado debajo del sillón. Si juegas bien tus cartas el crimen se quedará sin resolver o a lo peor, habrá castigo salomónico y reparto de culpas. Haz caso a tu lado izquierdo, tu madre tiene superpoderes (se habla de que era exagente del Mosad) y es capaz de desarrollar técnicas de tortura a tus hermanos que inevitablemente te conducirán a la pena capital. Asume tu error, baja la cabeza y esconde tus cromos.

- Momento “Mono”:

No nos referimos al animal aunque es posible que si te pasa esto, quieras irte al zoo y no salir. Es un momento crucial en tu carrera de macho alfa. Lo es porque si oyes frases del tipo “eres tan mono”, “a ti te lo puedo contar todo” “pero mira lo que me ha dicho menganito,…”, huye. Tu estrategia ha fallado, es errónea, donde tu veías el florecer de un macho alfa, ella sólo ve un “oso yogui”. Dónde tu veías complicidad, ella ve marujeo del bueno. No te creas mejor que tus antepasados, acepta estos sabios consejos, baja la cabeza y deja de pagar fantas a lo tonto.

- Momento “Policía más vaho en los cristales del coche más pantalón por los tobillos”:

Marrón al canto. No hay otra manera de describirlo. Estás en edad post-adolescente y/o universitaria y no tienes un duro. Buscas un lugar apartado pero nunca es lo suficientemente apartado para el poli del pueblo. Te va a cazar. Y ahí amigo mío, no te va a quedar otra que subirte los pantalones, bajar la ventanilla del coche y bajar la cabeza. Es vital realizar la acción en este orden, cualquier otra disposición puede ser fatal. Baja la cabeza y acepta que te han pillado. Suerte tendrás que no sea nadie de su familia.

- Momento “Despedida de Soltero”:

Ese día, más que nunca tus amigos son tus enemigos. Te despiertan pronto y de forma inesperada aunque es posible que sepas desde hace días que ese día (suele ser un sábado) vas a pillar porque en tu complejo estudio estadístico del calendario de 4 posibles findes han pasado 3 y no te han visitado. Ese día tendrás que bajar la cabeza porque te superan en número y mala hostia. Estás a merced de su voluntad. Baja la cabeza.

- Momento “Le puedes echar un cable a mi padre?”

Te has casado. Pensabas que habías firmado un papelito “de ná” pero no, welcome to Mordor! Ese momento dónde crees estar tocando el cielo, los niños duermen, la birra está fría, el sofá te acoge y en la TV hay una presentadora más que guapa. Pareces estar viviendo un sueño pero algo, al principio crees que es una mosca, perturba tu momento. “Cariño, mi padre no se atreve a preguntártelo pero le podrías ayudar este fin de semana a llevar el armario a no sé dónde”. En ese momento, la birra se calienta 20 grados de golpe, tu dulce erección se convierte en un triste recuerdo y a tu sofá le han salido codos que se te clavan en la espalda. Baja la cabeza y asume tu error.

lunes, 4 de junio de 2012

Crónicas de un lugar llamado Crisis (I)

Crisis es un bonito país al sur de cualquier lugar. Sale el sol muy menudo, de hecho sale cada día, y con una muy alta probabilidad de que el día sea soleado. Los estudios meteorológicos históricos relatan que el sol brilla más de un 80% de los días, por tanto todo eso que tienen ganado. Dicho esto, el pasado no alumbra el futuro tan sólo lo precede.


Me gusta ese lugar principalmente por sus gentes. Gentes que, pese a no tener demasiado, disfrutan de sus ratos de forma intensa. Bonitos faros alumbrando la costa y sus precipicios. Faros que han perdido parte de su esplendor exterior por no saber decir te necesito. Serpenteantes carreteras con una cuidada y estudiada estrechez para albergar la tan deseada escapada. Escapadas que se suelen acumular los días de guardar y los fines de semana.

Y qué hay de los problemas de Crisis?

Dicen los ancianos del lugar: “Esto es como las meigas yo no creo en ellas, pero haberlas haylas”. Y eso es todo cuánto dicen de esto con su bastón plantado en la tierra. Una placa de la plaza del pueblo reza: “Si quieres sobrevivir planta tu bastón en el suelo. Si quieres vivir camina sin bastón”. Vestigios de un tiempo pasado que difícilmente se antoja mejor.

Crisis es un sitio de encuentro. De reunión y de alegría. De sinsabores superados y tristezas amortizadas. De minutos valiosos y de eslóganes publicitarios:

“Ni antes éramos tan buenos ni ahora tan malos”