martes, 30 de octubre de 2012

Rendija


Ya no sé cuánto hace. Debí perderla cuenta pasados cuatro o cinco meses de llegar aquí. Y de eso hace ya bastante. En un principio, empecé con el sistema de los palitos en la pared. Cada día uno. Llegó un momento que ignoraba si lo había marcado. Ahí empecé a comprender la magnitud del problema.
A menudo no era capaz de distinguir el día y la noche. Mis biorritmos ya no servían de brújula. El galopante entumecimiento de mis músculos se unió a un drástico cambio en la dieta, en mis hábitos. Acostumbrado a tener la mente ocupada con cosas del día a día, mis cosas, empecé a ejercitar mi memoria con una de mis mejores armas, el cálculo mental. Sirvió para retrasar el declive pero más temprano que tarde padecí una pérdida progresiva de mi habilidad calculadora.

Lo único que me mantenía a flote era una pequeña rendija entre dos tablones robustos de madera que habían puesto para tapar la única ventana que daba al exterior. Era lo suficientemente grande para dejar entrar un rayo de sol en los días de invierno que, sin duda, aportaba calidez a ese lúgubre cuartucho. Me imaginaba paseando sin destino fijo, tan sólo siguiendo el camino marcado por mis pies. Delicioso.

viernes, 26 de octubre de 2012

Cambio de hora

Llega tarde, han pasado ya quince minutos de la hora prevista. Llueve y la gabardina está algo raída y la humedad está empezando a calar. Debí coger el paraguas, ese pequeño y compacto que me da un aire distinguido. Pero con las prisas ya se sabe y, al final, para nada. Ahora que lo pienso no está tan buena y además le huele ligeramente el aliento a ajo. Y su conversación es pesada. Estoy de su whatsapp hasta las pelotas. Y para colmo, todavía no me la he pinchado y ya hace mes y medio que la conozco.


Bah paso, me voy a tomar unas birras y que le den.

martes, 23 de octubre de 2012

Ojos azules

El fluorescente chispea y tiene pinta que va a fallar en breves. Es uno de esos largos y antiguos que, probablemente, ya no estén homologados. Vete tú a saber qué componente mortífero lleva que puede amenazar seriamente la continuidad de la especie humana. El mundo se ha vuelto absurdo. Normas estúpidas promovidas por seres de índole similar. Gangosos hablando de quimeras cuando, mira tú por donde, el presidente de una asociación de protección de animales mata elefantes a tiros. Tiros que salen por la culata y van directos al pie. Pies con poco plomo, algún que otro euro y mucha cara dura.


Es hablar de cara dura y pienso ipso facto en eurodiputados. Curiosa relación, no? La culpa es de Morel, un personaje siniestro que envía mails denunciando que en la eurocámara se debatió hace poco sobre el hecho de que sus majestades (perdón, me he equivocado de párrafo), señorías (bueno este también aplica al de antes), sus miembros (no confundir con mafias chinas y sus conexiones) viajaran en turista en vez de business. Tan sólo unos pocos apoyaron la moción y la mayoría se negó. Hasta ahí nada nuevo. Lo preocupante era ver que con la diferencia de precio de un billete y de otro se podía pagar unas cuantas horas de un profesor. Es decir, cortamos educación pero volamos en business. Creo que no podría haber mejor definición de la situación.

Es pensar en educación y pienso en Alemania. Wert es alemán? No había unos caramelos con ese nombre? Bueno eran Werthers. Qué grandes palabras las suyas sobre los alumnos catalanes. Cuando pienso en ellas me vienen dos pensamientos a la cabeza: uno) “por qué no te callas?” que diría el Elephant Hunter y dos) la película “Los niños del Brasil”. Una peli dónde el prota realiza la clonación de 94 copias de un tal Adolfo e intenta que cada uno de los niños tenga las mismas experiencias en la infancia que Adolfo, para recrear su psique, hacer un nuevo Adolfo y restablecer un régimen nazi.

Curiosa relación la de España y Alemania. Lo mejor, sin duda, Oktoberfest!

“Aaah, ya me ha pinchado?”- le digo a la enfermera.

“Lleva usted bajo los efectos de la anestesia un buen rato”- dice ella.

“Mmm.., he hablado en voz alta?”- le pregunto algo aturdido.

“Aha, es usted un buen orador. Polémico pero bueno”- sonríe ella y girándose de tal forma para que yo pueda ver su apellido bordado en la bata: “A. Wert”.

“De qué color tengo los ojos señorita?”- alcanzo a preguntar.

Y se va, con una sonrisa malévola.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Un globo, una pizza y algo de marketing

Fred lleva a su hijo Tom al parque que está cerca de casa. No es muy grande, tan sólo un tobogán pequeño, un par de cuerdas y poca cosa más. Sin columpios por falta de espacio. Tom se distrae fácilmente y juega, no deja de jugar.


En el horizonte, Tom divisa una amenaza. Se acerca lento pero seguro. En cuestión de segundos su vida momentáneamente apacible de padre en el parque se va a ir al garete. Él lo sabe, “la amenza” lo sabe y todos lo saben.

La amenaza es un empleado de la pizzería de la esquina que se dedica a repartir globos azules y rojos entre los niños. Además, usa una táctica burda ya que mientras los reparte les dice a los niños si les gustaría cenar pizza esta noche. Fred no es un talibán, de hecho la pizza le encanta pero entiende que se ha de limitar. De ahí que le joda soberanamente el marketing del pizzero.

Tom anda feliz con su globo. Es azul y parece resistente. Tom abre la mano. El drama está servido.

El globo sube. Sube sin parar. A unos 10 metros de altura se empieza a desplazar hacia la derecha, empujado por el suave viento que sopla hoy.

Fred tiene un problema. Tom llora a pulmón descosido (si “moco tendido” se acepta, “pulmón descosido” también). Fred le explica una historia del globo. Tom deja de llorar. Le brillan los ojos. Es un brillo aterrador porque Fred sabe que la pequeña cabecita está pensando y maquinando preguntas que él no va a saber responder.

Los “por qué” se suceden. Es una lucha sin cuartel. Fred se siente amenazado. Es como estar en un laberinto y no encontrar la salida.

Al final, Fred en un gesto que le honra admite que no sabe el porqué de la mayoría de las cosas que le pregunta Tom y definitivamente desconoce dónde va a acabar el globo azul.

Lo que sí sabe es que va a dejar de comer pizza en el establecimiento de la esquina. Por desleales.

lunes, 8 de octubre de 2012

Tragedias de usar y tirar

Suena el teléfono y el tono de la llamada ya me irrita. Con el paso de las lluvias y del tiempo, por qué no decirlo, todo a mi alrededor me incomoda más. Descuelgo. Tu voz quejicosa y quebrada borra cualquier opción de erección con nocturnidad y alevosía. Hace tiempo que nos conocemos pero, de un tiempo a esta parte, te aborrezco.
Siempre mantuvimos muy buen rollo, una complicidad más allá de los hielos del cubata o de los debates estériles, en apariencia, pero que inundaban los numerosos silencios de nuestras mentes. Un periodista acuño una frase que, al parecer, definía perfectamente nuestra situación: “eso es tensión sexual mal resuelta”.


El tiempo fue pasando y de ésa frase fueron desapareciendo palabras sin yo haber pagado factura alguna. Sin duda, “sexual” fue la primera en huir cual pasajero itinerante en un tren de alta velocidad. Un exceso de chándal, clips en el pelo y colas de caballo actuaron de sicarios. Atrás quedaron las risas cautivas, el carmín en las copas y los conciertos al aire libre.

Lo siguiente en saltar fue “tensión”. Pasamos de discutir cara a cara por un gesto nimio a gritarnos desde la comodidad del sofá propio y la lejanía ajena del teléfono. Eso dio paso a largos intervalos de indiferencia sospechosa, lo cual fue el preludio perfecto de lo que quedaba en esa frase; “Mal resuelta”.

Fuera lo que fuera lo que quedara estaba “mal resuelto”. De ahí mi decisión de atropellar a tu gato con mi tándem, ése que nos llevó a tantas partes juntos.

Por eso me llamas esta noche, lo sé. Sé que me dirás que ha desaparecido. Aguantaré tu rollo pero no te consolaré por qué en el fondo ha resuelto eso nuestro.

Te gustará saber que hice bandera del reciclaje y lo tiré al conteiner “orgánico” (miau).

miércoles, 3 de octubre de 2012

La cabaña

Estaba limpiando la chimenea ya que hacía demasiados días que no lo hacía. Las cenizas se estaban acumulando como el lodo en el pantano después de varios días de intensa lluvia. Además, las partículas de lo que un día fueron ramas de un robusto abeto flotaban por el aire creando una sensación incómoda.


Picaron a la puerta de forma suave pero convincente. Se incorporó de forma rápida lo cual le produjo un mareo momentáneo. Giró el pomo de la puerta algo aturdido aún. El sol se coló automáticamente por el marco de la puerta. Él tuvo que guiñar el ojo izquierdo para asumir el caudal de luz de forma más o menos natural.

“Hola”- dijo él de forma automática.

“Es usted el señor Martinsson?”- preguntó ella secamente.

“Sí yo mismo, quien lo pregunta?”- respondió él posando su mirada en el azul intenso de sus ojos.

“Soy Juliette”- contestó de forma escueta pero segura.

“Juliette?”- frunciendo el ceño. “Juliette, qué mas?”

“Binoche, no te jode!! Mira mis ojos, mira mi nariz, mírame con atención”- ella en tono desafiante.

“Me estoy empezando a marear, todo me da vueltas y siento náuseas” - dijo poco antes de caer al suelo. Desde ahí veía la sombra de Juliette muy alargada y extremadamente deformada. Veía borroso y sentía latir su corazón a un ritmo frenético.

“Soy Juliette y he venido a buscarte”- afirmó ella con una risa atronadora.

“Me muero, me muero,…”- acertó a decir él.

Se oye un ruido hueco o más bien un portazo. Alguien está muy cabreado.

“Mamá, estoy hasta las pelotas de dormir con el abuelo”- suelta Laurent.

“Mmm…qué ha sido esta vez? Pedos, sueños eróticos, batallitas de la guerra”- respondió Marie abriendo un ojo.

“No, era una mierda de sueño donde estaba con una tía que se llamaba Juliette y él decía que se moría”

“Qué se moría? Habrás comprobado que respira, no?”- responde Marie poniéndose en pie.

“Pues no”