viernes, 28 de diciembre de 2012

un cafecito?

El microondas pitó. Fue el clásico ruido. El que te anuncia que el agua que has puesto a hervir ya está lista. Es curioso ver cómo esos segundos, apenas unos treinta, que discurren entre el momento de girar la redonda del tiempo y el del pitido chivato, son instantes de reflexión. De filosofía si mucho me apuras.

Sabes que son pocos segundos por la cual cosa no te vas a poner a hacer otras tareas que requieren más esfuerzo y más tiempo. Son instantes de mirar por la ventana y pensar, pensar, pensar y si te dejan, volver a pensar.
Son reflexiones cortas pero intensas. Es un combate cuerpo a cuerpo, derechazo a la mandíbula y, zas, a la lona. O como ese baile fugaz de noche de verano justo antes de que la música deje de sonar porque el permiso así lo marca.

Y lo mejor de esas reflexiones; el cafecito caliente que te tomas justo después.

Salud;)

lunes, 24 de diciembre de 2012

el porqué de las cosas o eso creo

Es una obsesión y no puedo quitármela de la cabeza. Necesito saber, cómo, cuándo y porqué ocurren las cosas. Quiero conocer todos los detalles para poder retenerlos en mi cerebro y así ser capaz de entender los mecanismos por los que se rige el mundo. Esta manía la he llevado en mi mochila desde que tengo uso de razón. Mis profesores me daban por imposible, mis padres dimitieron escasos metros después que la carrera de obstáculos hubiera empezado y la mayoría del resto dejó de tomarme en serio después del primer café o de la primera copa.


Mi psicoanalista dice que, en parte, se debe a una alteración genética en una pareja de cromosomas. Se negó a darme más detalles para evitar que indagara más allá de lo estrictamente necesario. Obviamente, no lo ha conseguido. Lo sé todo.

El café y las anfetaminas suelen ser bueno aliados cuando hay algo que me ronda por la cabeza y tengo la necesidad imperiosa de resolverlo.

El otro día, mi mujer se plantó en el recibidor con las maletas. Abrió la puerta, se disponía a salir cuando la vi y le pregunté a dónde iba.

“Me largo, te dejo. No puedo más, vivir contigo es un suplicio constante”- respondió girando la cabeza.

“¿Por qué?” fue lo único que acerté a decir.

“Vete a la mierda”- y cerró de un portazo.

Lo único que no he conseguido entender de este mundo es el comportamiento de las mujeres.

lunes, 17 de diciembre de 2012

la última cena

Juan abre la nevera. La estudia con detenimiento mirando balda por balda qué productos hay y cuáles hay que comprar. Intuye que la planificación será, de nuevo, primordial. Su menú será clásico pero con toques de modernidad. “El club” como se autodenominan está formado por gente variopinta pero los gustos clásicos predominan.


Ha pensado en unos entrantes suaves, algo así como una crema ligera de guisantes con toques de parmesano y aceite de oliva. Las tostadas de sésamo con reno ahumado tampoco faltarán ni la mousselina de foie con virutas de ibérico. Empezarán con un chardonnay fresco que acompañe estos tres platillos. La gente suele beber más al inicio de la cena por lo que ha previsto comprar el doble de botellas de blanco que de tinto.

El plato principal será, como ya viene siendo tradición, una espalda de cordero asada con frutas y hierbas del bosque. Para entonces, María ya irá medio borracha ya que el blanco le pierde. El sector carnívoro engullirá el manjar con una sonrisa en la boca y la copa de tinto en la mano. Escogerá un vino fuerte de la tierra para dar cuerpo al ágape.

El postre es el momento culminante. Nada de turrones, nada de dulces típicos. Tiramisú, como marcan los cánones, será el elegido. Copa de cava y pacharán.

La sobremesa es, en el fondo, lo que todos están esperando ansiosos. Saben que es la hora de la ruleta y de la orgía. Todos los miembros de “El club” son millonarios y avariciosos. Gente triste sin ganas de compartir lo que tienen. Se reúnen una vez al año por estas fechas. Cenan bien, beben mejor, follan cómo si fuera la última vez ya que, efectivamente, para uno de ellos lo será.

Uno de ellos morirá a manos del revolver dorado. Su fortuna se repartirá entre el resto. El muerto habrá dejado un papel con el nombre de su sustituto.

Juan intuye que cenará bien.



jueves, 6 de diciembre de 2012

¿tienes siete minutos?

Siete minutos es lo que tardo, más o menos, cada mañana en poner un pie en el suelo después de que suene la alarma.

Siete minutos es, probablemente, lo que me lleva afeitarme cada dos o tres días.

Siete minutos es lo que suelo durar leyendo un libro por la noche al acostarme.

Siete minutos es lo que pretendo tardar en escribir este post.
Siete minutos es lo que suelen durar las canciones interminables.

Siete minutos me dan margen suficiente para beber una cerveza fresquita en verano.

Siete minutos son 420 segundos. Ni uno más ni uno menos.

Siete minutos es lo que durábamos mi ex mujer y yo en la cama en las noches románticas.

Siete minutos es lo que duran las citas a ciegas de esta noche. Voy por la tercera ronda y me quiero ahorcar. Esta tía es muy pesada, es fea y le huele el pozo (expresión mítica de Pablo). En estas circunstancias los minutos son años.

El tiempo es siempre tan relativo.