miércoles, 25 de enero de 2012

crema de cacahuetes y mi yo interior

Era una de esas noches claras de verano que invitaban al optimismo y dónde todo parece cobrar sentido. Sería ese momento radicalmente opuesto a ese lunes de invierno que amanece lloviendo y dónde todo parece estar en tu contra. Ese día habíamos organizado una cena con amigos. Una de esas cenas de vino blanco, servilletas como Dios manda, postre y gin tonic. La tertulia estaba asegurada.

Joaquín traía a su flamante nueva novia, la cual se había hecho de rogar. Él estaba encantado, por fin dejaba de ser el “soltero”, el que hace de vela o de carabina. Lo llevaba muy mal. Además su último tratamiento antiacné había surtido efecto y allí dónde antes había una superficie rugosa ahora imperaba una capa fina y lisa. Había ganado autoestima, lo cual fue el factor determinante para encontrar la tan deseada novia. Sabíamos más bien poco sobre ella. Joaquín se había mostrado hermético, cosa habitual en él. Tan sólo que era americana.

Joaquín llegó en su coche destartalado pero que tantos recuerdos me traía. Largos viajes por España a una velocidad nunca superior a 90 km/h. Noches de fiesta demasiado salvajes para ser contadas. Era otra época. Salió como un resorte del coche y Peggy salió del mismo.

Sólo verla supe que el tema no acabaría bien. Me invité a mi mismo a dejar los prejuicios a un lado. Desde que hacía yoga, quería reforzar mi yo interior. El que se escondía en algún lado, entre el michelín de los 35 y la nostalgia de los 20. El que no prejuzgaba, el que sabía ver lo bueno de la gente, el que rebosaba optimismo.

Nos sentamos. Peggy seguía con su cara de cerdita en plena huelga de hambre. Desplegué mi mejor talante y simpatía, algo forzado, pero con la mejor intención. Joaquín bien merecía el esfuerzo. Respuestas parcas y comentarios huraños. Tiré de yoga.

El momento culminante llegó. Mi mujer, servía la riquísima tortilla de patatas. Peggy arrugó la nariz y dijo: “tenéis crema de cacahuetes para camuflar el sabor”?

Se acabó. Ni yoga, ni yo interior. A la puta calle.

Con el tiempo supe que Joaquín se casó con Peggy, se divorciaron y que se había comprado un flamante Cadillac. Ahí comprendí que le habíamos perdido.

9 comentarios:

  1. jajajajajajaja
    curioso....en el facebook he cambiado mi foto de perfil por el de la cerdita peggy....todos dicen que me queda mejor el pelo.
    ¿sobró tortilla?

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  2. Madre mía, Sandler, justo por eso hago yoga! Claro que no he llegado ni al michelín ni a los 35, pero mi yo interior necesitaba un refuerzo. Sí, y da un resultado que no veas, estoy de un calmado y de un feliz... Bueno, feliz quizás más de la cuenta :P
    Besos!

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  3. Últimamento pienso en hacer yoga... :) pero no creo que aguantara mucho...

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  4. Pilis; deja la "peluquería virtual" llamada Facebook,...

    Lili; no hago yoga pero a veces me vendría bien!

    En las nubes; yo tampoco aguantaría.

    Merci;)

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  5. :)

    Qué bueno! me ha encantado, no me esperaba ese final cuando me entretenía leyendo eso de que "Sería ese momento radicalmente opuesto a ese lunes de invierno que amanece lloviendo".

    Muy chulo, sí señor.

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  6. Yo soy fan de la mantequilla de cacahuete, pero la tortilla de patata es sagradaaaaaaaaaa!!! ;P

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  7. Exter; gracias;) los finales inesperados molan.

    Speedy; lo de la mantequilla de cachuete debería estar prohibido por ley.

    buen finde.

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  8. Me parto "Se acabó. Ni yoga, ni yo interior. A la puta calle" es que no podrías haber zanjado mejor, buenísimo.... Da gusto leer y reirse, y tú has conseguido que lo haga.

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  9. Sigrid; lo de a la puta calle es un gran recurso,... Gracias por pasarte!

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